Celebrar a la Pachamama durante el mes de agosto es esencial en la concepción ancestral de los pueblos indígenas, costumbre que se asienta en la idea de que somos parte de un ser mayor: la Tierra.

En el marco de los estudios ambientales, se han incorporado formalmente modelos conceptuales similares, que buscan entender y “manejar” los llamados sistemas socioecológicos. Por ejemplo, el modelo conceptual de IPBES (Plataforma Intergubernamental científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) vincula los ecosistemas con la sociedad, destacando la relación recíproca de los humanos con la naturaleza.

Frente a ambas concepciones nos preguntamos, ¿cómo es posible que nuevamente nuestras prácticas manifestadas globalmente a través de las políticas públicas, nos pongan en riesgo y nos vulneren a niveles ya ampliamente conocidos? El “úselo y tírelo” que se promueve en tiempos de pandemia como seguridad sanitaria y que incluso, se destaca como “responsabilidad social”, conlleva a un tipo de contaminación por demás conocida: la “eterna” presencia de residuos plásticos en el ecosistema.

Los barbijos descartables están hechos principalmente de tela no tejida como el polipropileno. En general, son productos a base de plástico, resistentes a los líquidos y tienen una larga vida después de ser descartados, terminando en vertederos u océanos. Dado que se supone que los barbijos descartables se deben usar por no más de un día, su eliminación junto con las botellas de desinfectante para manos y los pañuelos de papel sucios, está conduciendo a un rastro masivo de desechos clínicos en el ambiente.

En Argentina, los protocolos y recomendaciones sanitarias por actividad, emitidos por el Ministerio de Salud, promueven, en casi su totalidad, el uso de barbijo y toallas descartables y la disposición de soluciones a base de alcohol con su respectivo recipiente. En casos puntuales se promueve el uso de ropa de trabajo descartable, la utilización de guantes (inclusive destacando que es preferible que sean descartables), y para los TRIAGE un camisolín descartable, el cual debe colocarse antes de asistir al paciente y luego ser desechado.

Algo más llamativo aún es lo que se publicó el 18 de marzo en la revista PRESENTE que divulga la Editorial Acción y que –en sus propias palabras- constituye el primer multimedio de Argentina especializado en RSE y Sustentabilidad. El artículo se titula Los plásticos descartables y la prevención del Coronavirus y presenta información acerca de cómo los productos plásticos descartables son una herramienta útil para evitar la propagación del virus. En síntesis, una barrera fundamental para protegerse contra el virus COVID-19 resulta ser un elemento por demás tóxico para nuestro planeta, y por ende para nuestra especie.

Resulta imperante que las políticas públicas acompañen las recomendaciones sanitarias con mensajes que comuniquen el impacto ecológico de los elementos que estamos utilizando, así como la manera correcta a ser desechados, e incluso proponer alternativas ecológicas que no vulneren las prácticas sanitarias y resguarden nuestra naturaleza, en su sentido más amplio. Preservar el ecosistema es clave para la subsistencia de nuestra especie, los efectos de nuestros actos son múltiples e imposibles de identificar en su totalidad. La pandemia por COVID-19 es un claro ejemplo –entre muchos otros- de las dinámicas ecológicas que no podemos ni podremos controlar.