Por ello, anuló cuatro de sus condenas, entre ellas algunas causas destinadas a Oderbrecht y la del famoso triplex que supuestamente Lula había adquirido a modo de soborno.

A partir de esto, además, el ex dirigente sindical recuperó sus derechos políticos, que le habían sido quitados tras las condenas.

El máximo tribunal brasileño todavía no se expidió sobre las investigaciones que aseguran que tanto Moro como el fiscal de la causa habían actuado en conjunto para condenar al líder del Partido de los Trabajadores (PT).

Lo sucedido por estos días en Brasil es una dura derrota del lawfare en América Latina.

El objetivo, a las claras, fue dejar inhabilitado a Lula del juego político e impedirle ser candidato en 2018. Es decir, un arquetípico caso de lo que en los últimos años se conoce como lawfare. Cuando el Poder Judicial, un sector de los medios y del poder político articulan para perseguir y condenar judicialmente a una figura que no pueden derrotar de otra manera. Este, sin dudas, fue el caso del ex presidente brasileño, que encabezaba todas las encuestas en los comicios que finalmente dieron como ganador a Bolsonaro. Administración de la cual, luego, Sergio Moro fue finalmente su Ministro de Justicia.

La noticia del veredicto del Supremo se da en el contexto en el cual Jair Bolsonaro atraviesa su peor momento de popularidad desde que es presidente de Brasil. No parece tener respuesta ante la segunda ola de covid, que viene golpeando peor aún que la primera, y la ciudadanía le está pasando factura. La media de contagios reportados viene superando los 60.000 casos y 1500 muertes diarias, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta sobre el peligro que corren los países vecinos debido a las nuevas cepas, especialmente la surgida en Manaos. El sistema de salud se encuentra completamente saturado, sin oxígeno ni camas de internación, y sus recursos humanos, agotados.

Si bien, todavía falta esperar que el Supremo defina sobre la parcialidad, o no, de Moro a la hora de juzgar al ex presidente, todo indica que tanto el ex juez como Lula, serán candidatos a presidentes en 2022. Un escenario electoral que se va perfilando cada vez más complejo y con menos posibilidades de victoria para el actual presidente. Por ahora, de acuerdo a la mayoría de los analistas, Lula no es capaz de aglutinar a toda la oposición detrás de su figura. Pero, al mismo tiempo, supera ampliamente a Bolsonaro en popularidad de acuerdo a todas las encuestas.

El tiempo dirá cuál es su futuro político, quizás con él sólo, a la izquierda brasileña no le alcance para volver al Planalto. Pero si hay algo seguro, es que sin él, será una tarea prácticamente imposible.