Comenzamos este largo año electoral diciendo que las urnas iban a viajar en patrulleros durante toda la campaña. No nos equivocamos. La semana pasada esos patrulleros se convirtieron en coches fúnebres. Una serie de homicidios cometidos por delincuentes y por policías se adueñó de la elección y llegamos al domingo electoral con ese olor a muerto en las narices. 

Allí hubo un cambio sustancial que no podemos dejar pasar. En este país, donde la represión en el Puente Avellaneda que terminó con la muerte de los militantes Kosteki y Santillán impidió que Duhalde siguiera siendo presidente hace 21 años, el jueves pasado los políticos parecían querer abrazarse al muerto para hacerlo propio. 

Hace 21 años un muerto acababa con una carrera política. En la Argentina de hoy un muerto te hace potente, te da volumen, como dicen los analistas de hoy. Te asegura votos.

El resultado del domingo, 40 años de democracia después, se entiende un poco en ese contexto. Cuando todos los otros partidos suspendieron sus cierres de campaña por el asesinato de Morena, la nena de 11 años, tratando de “no quedar mal” ante el electorado, el candidato ganador no se detuvo. Fue por más. Cito textual: “la clase política desde hace décadas defiende un modelo de empobrecimiento y zaffaronismo que genera delincuentes. De poner a las víctimas en el lugar de los victimarios, y a los delincuentes en el lugar de las víctimas. Estamos proponiendo una reforma completa de las leyes de seguridad interior, defensa, inteligencia, del servicio penitenciario, todo basado en una nueva doctrina de seguridad nacional: el que las hace las paga”.

Poco importa que lo que él dice generará más muertos. Poco importa que los que morirán seguramente serán muchos de sus votantes de la clase media y los sectores populares. Poco importa todo eso. 

Escuchar los discursos de los perdedores fue más triste aún. Juan Schiaretti, que sabe lo que es la violencia política, se dedicó a hablar de una nueva obra pública. Entiendo que el gobernador quiere pasar a la historia gracias a sus maravillosas obras, respeto más a los que pasan a la historia defendiendo vidas. Eso que en Córdoba lo hace grande, sigue haciendo pequeño al peronismo provincial que, por lo demás, comparte votantes con Milei. Juan también tiene sus muertos: Blas, Joaquín, otros. Al menos el gobernador no hizo lo que Rodríguez Larreta y Bullrich, que salieron a hacer campaña diciendo que estaban orgullosos de haber matado a un manifestante el jueves en el Obelisco.

Juan Schiaretti. Foto: Satoshi Higa / Multimedio SRT.
Juan Schiaretti. Foto: Satoshi Higa / Multimedio SRT.

Ni hablar de Juan Grabois entregándole una carpeta cual estudiante universitario al ganador. Copándole la parada al compañero que ganó. Hablando más que Massa. En el acto de Unión por la Patria, siguiendo los dichos de otro gran perdedor como Guillermo Moreno, primero habló un compañero católico como Grabois, medio de izquierda; le siguió un radical como Santoro; más tarde un ex comunista social demócrata como Kicillof; y terminó un ex ucedeista como Massa. Pese a todo, lo de Massa fue casi heroico. Un país en quiebra, inflación por los aires, con muertos propios y ajenos, lo votó y sigue en carrera. 

Grabois le entregó sus propuestas a Sergio Massa. Foto: 
Santiago Filipuzzi.
Grabois le entregó sus propuestas a Sergio Massa. Foto: Santiago Filipuzzi.

Bullrich, el ala más violenta de Juntos por el Cambio, desplazó al dialoguista Larreta, que podrá juntarse con Juan a hablar de lo incomprendidos que fueron. La pregunta es si Bullrich podrá moderar su discurso ahora para  contener al votante de Larreta sin exagerar, de manera que pueda seducir al votante que se fue con Milei. 

La elección de Juntos Por el Cambio es quizás la peor de todas. Si con el país estallado como está no pudo ser alternativa es porque hizo todo mal. Si en medio de todo lo que tenía, terminó perdiendo caudal electoral y quedando en un segundo lugar, tan cerca del tercero, es porque la política ha cambiado, y ahí reside el verdadero problema.

El problema es que todos estos candidatos le hablan a un votante que no forma parte del 30 por ciento que votó a Milei. Entonces estamos ante una encrucijada de la que parece difícil salir con políticos tan preocupados por lo que al votante no le preocupa. Es importante entender que el votante de Milei no es un votante desinvolucrado: es un militante activo, comprometido, digamos. Pero el problema es que nosotros no penetramos en ese mensaje, en esa militancia, en esa intensidad. 

Recuerdo cuando Kirchner dijo “que florezcan mil flores”. Desde los enemigos del kirchnerismo se decía que los chicos que militaban eran unos termitos que no entendían eso de lo que formaban parte y etc, etc, etc. Lo mismo decimos ahora nosotros de los votantes de Milei.

Yo mismo empecé a reflexionar sobre todo esto a mañana y hace veinte minutos ya estaba insultando al pobre Patricio, que es un oyente que quizás votó a Milei. Hay algo en esa dinámica de desestimar al otro, en la que todos estamos cayendo. Escuché a periodistas que se negaban a aceptar que el resultado electoral era un rechazo contundente a las políticas del gobierno nacional. Hacían malabares para justificar lo que pensaban. Hoy veo a los periodistas de TN, que construyeron el mensaje que aprovechó Milei, decepcionados porque el fruto de su trabajo lo cosecha otro que no es el que ellos votaron. 

Está morado. Está morado. Dalo vuelta. Está morado. Llamen una ambulancia. Está morado. Se va a morir. Decía la cronista de IP que le avisaba en vivo y en directo a la Policía de Ciudad de Buenos Aires que Molares, el militante del Movimiento Teresa Rodríguez, se estaba muriendo. 

Hace veinte años una revista cordobesa llamada La Intemperie puso sobre la mesa una discusión necesaria y provocadora desde Córdoba y hacia todo el país. El filósofo Oscar del Barco planteó una idea que contó con la participación posterior de varios pensadores argentinos. La polémica fue disparada por una situación particular ocurrida mucho tiempo antes, en 1964, dentro de una organización revolucionaria llamada EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo Guevarista) que derivó en el fusilamiento de integrantes de ese ejército a manos de sus propios compañeros. Para Del Barco la responsabilidad del homicidio de los militantes se extendía no sólo a los que tomaron la decisión de ordenar matar y a los que mataron efectivamente, sino también a todos aquellos que simpatizaban con la organización que mató, y reafirmaba que todo aquel que mata es asesino sin derecho a justificarse en un presunto “derecho a matar”. 

Así surgió la polémica que conocimos como “No matarás”. Oscar del Barco, en 2004 y por los siguientes años, se animaba a decir en democracia “No matarás”.

2023 envía otro mensaje, como decíamos recién. Matar sirve. Matar ayuda. Matar es una opción. Matar es aprovechable. Es útil para la política. Matar, se diría, da votos, los confirma. 

Nos abruma el país que tenemos. Nos duele el país que se viene. Estamos cayendo en la trampa y no podemos salir. La muerte no puede ser lo que nos seduce, lo que decide nuestro voto. Vienen días en los que tenemos que poder pensar, detenernos. Pensemos que, si como decía Oscar del Barco, todos los simpatizantes de EGP eran responsables de sus muertes, cada vez que festejamos la muerte de alguien somos responsables de esa muerte. 

¿Quién quiere ser responsable de la muerte de Morena? Nadie. ¿Es que acaso no formamos parte de esta sociedad? ¿Quién quiere ser responsable de la muerte del médico de Morón, Juan Carlos Cruz? Nadie. ¿Y de la Facundo Molares? ¿Y de la de Blas? ¿Y de la de Joaquín? Quién es responsable de estas muertes. Hagamos una cosa: pensemos que en el fondo la gran mayoría de nosotros daría cualquier cosa por proteger la vida y no por tomar la vida de nadie. Propongo buscar dentro nuestro qué es lo más bonito que nos dio la democracia, eso que no queremos perder, pero no porque nos amenacen con sacárnoslo, sino porque vamos a dar todo nuestro esfuerzo y nuestro cariño por cuidarlo, por protegerlo. 

Cuidemos los abrazos, los encuentros, los días con los amigos, este programa de radio, las risas, la libertad de poder pensar diferente y encontrarnos. Pensemos que la democracia no es perfecta, pero tratemos de recuperar ese juego que era la democracia mientras aprendíamos a jugarla. 

No sé. Busquemos dentro nuestro una esperanza. Salgamos a convencer a alguien que no quiera votar de que vote. Busquemos conversar con alguien y nos acerquemos. Hagamos ciudadanía siendo ciudadanos. Votemos. Alejémonos de la muerte dándonos un poco la mano, acariciándonos, conversando... pensando que hay muchas cosas lindas que vale la pena no poner en riesgo.