La corrupción atraviesa toda la sociedad argentina. Hace tres décadas la frase generalizada de la gente sobre el gobierno era "roba pero hace". 

Hace dos décadas se escucha "si roban los de arriba, podemos robar los de abajo". Estos conceptos pintan la sociedad en su conjunto. Hoy es casi un plus valor tener un "curro" o ser "vivo y ventajero". Casi vale más el pícaro que la persona decente y honesta. Éste es un tonto para muchos. 

De ésta sociedad que somos, surgen los políticos y los representantes. Ellos no son diferentes del resto de nosotros, o al menos de muchos, que son parte de la degradación moral con la que convivimos. 

Corrupción es la acción de corromper o corromperse y conlleva degradación ética y moral. Hay muchos tipos de corrupción. Soborno, peculado, fraude, tráfico de influencias, evasión, extorsión, falta de ética, etc. Atraviesa todos los ámbitos sociales. 

En esencia la corrupción va desde el turnero que cobra por debajo de la mesa para dar un número en el hospital, hasta el ministro que favorece subrepticiamente a determinada empresa para que gane tal o cuál obra pública. 

Las formas de la corrupción son de las más variadas. Cleptocracia, que es el gobierno de los ladrones; nepotismo, cuando se llenan de familiares; plutocracia, cuando se gobierna sólo para los ricos; clientelismo, cuando se otorgan cargos o prebendas a cambio de favores; peculado, cuando se recibe dinero a cambio de obras, servicios o funciones. 

El fracaso judicial en esta materia es evidente porque tales delitos deberían ser juzgados rápidamente y los culpables condenados. 

Pero no es así, la justicia es desastrosa en esta materia. Sólo el 10% de las causas por corrupción han tenido sentencias, esto significa que el 90% mueren en los cajones. Por eso hablo de fracaso y corrupción. 

La historia argentina es prolifera en corrupción. Ya a los virreyes les tuvieron que hacer los juicios de residencia por todo lo que se robaban en estás tierras. Hay que recordar a Rivadavia y los emprestitos a los ingleses por las minas de Famatina, a Roca y la distribución de las tierras robadas a los pueblos originarios en el sur y obviamente a las dictaduras que fueron la suprema corrupción, orquestadas para producir los más inmensos robos y crímenes. 

Sin plata no se hace política. Una campaña presidencial, según Brienza, cuesta varias docenas de millones de dólares. Un diputado gana 300.000 pesos por mes. 

Habría que preguntarse cómo hace ese diputado para ser candidato a Presidente y de dónde saldría la plata para la campaña. 

Hay que mirar con atención lo que se gasta en pauta oficial porque en muchos millones se incrementa durante las campañas políticas. 

La lucha contra la corrupción se debe hacer con leyes justas, control ciudadano, trato igualitario, financiamiento controlado, controles de gastos, declaraciones juradas comprobables y sobre todo con jueces probos y no corruptos. 

Las consecuencias de la corrupción son instituciones débiles, poder judicial y policía deficientes y ausencia de controles. 

Los partidos políticos que deberían ser los primeros controles, están vacíos de contenidos. Deberían simplificarse los mecanismos de financiamiento de los partidos y de las campañas, pero ellos son los primeros interesados en que nada cambie. Por éso es tan difícil. 

El Estado debería ser quien financie y controle a todos de manera igualitaria, siempre que se reúnan los requisitos exigidos por la ley para los partidos políticos. 

Hoy, sólo parece un sueño utópico. Posiblemente este cambio de cultura sea posible cuando los dirigentes políticos actúen dando el ejemplo.