La calidad institucional de una parte del actual Poder Judicial se parece a un queso duro, imposible de masticar. Funcionarios que priorizan intereses políticos (entre otros), siguen ocupando lugares estratégicos y causando un daño enorme a la misma República que dicen adorar.

Ni bien asumió la Presidencia de la Nación, Mauricio Macri comenzó una brutal presión contra la ex procuradora Alejandra Gils Carbó , tildándola de kirchnerista , y exigiendo abiertamente su renuncia. Ante la permanencia de ella en el cargo, los embates se multiplicaron al punto de presentarla como una corrupta procesada por la compra de un edificio para la Procuración, en una denuncia que parece haberse evaporado tras el desplazamiento conseguido .

La gota que rebalsó el vaso fue cuando Clarín publicó el número telefónico de la hija para que miles de “ciudadanos de bien” la llamaran insultándola y amenazándola. Hasta el entonces ministro de Justicia, Germán Garavano, insistía en que tenía que pedir licencia. También publicaban sobre supuestos proyectos para restar facultades al Ministerio Público Fiscal .Por lo bajo, las versiones jamás desmentidas decían que a Gils Carbó le habían advertido sobre su encarcelamiento e incluso el de su hija. La inmolación no tenía sentido y entonces la renuncia se hizo efectiva.

A la hora de postular una reemplazante, Macri eligió a Inés Weinberg de Roca, lo que no generó entusiasmo ni siquiera en Juntos por el Cambio. Claro que a la luz de lo realizado por Casal, tal vez se haya tratado de una sutil maniobra propia de los teros, que cantan en un lugar para poner los huevos en el otro.

En noviembre del 2017, Eduardo Casal, el fiscal más antiguo ante la Corte Suprema, inició un interinato que increíblemente ya cumple tres años.

Uno de los rasgos distintivos de su gestión, son las sanciones disciplinarias contra fiscales como Gabriela Boquín, clave para que algún día haya verdad y justicia en la causa Correo. Sin embargo , no ocurre lo mismo con un fiscal procesado y sospechado de haber integrado una asociación ilícita como Carlos Stornelli . En este caso, Casal juega al distraído y hace la vista muy gorda.

Sólo son dos ejemplos, entre tantos, que muestran un curioso criterio de premios y castigos que ponen en evidencia cuál es el juego con el que Casal está terminando su carrera. Hace pocos días, dictaminó ante la Corte en favor de los jueces Bruglia, Bertuzzi y Castelli. ¿Será por qué nunca rindió ningún concurso en tantos años de Tribunales?

Lo cierto es que por estos días, la Procuración General anda con la lengua afuera, sedienta de una nueva etapa en la que se terminen definitivamente las roscas.

La designación de Rafecas se demora y está en dudas, ya que los senadores opositores le reprochan no haber impulsado la increíble denuncia del fallecido fiscal Nisman contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner por el memorándum con Irán. Más allá de estas tácticas, todos deberán entender y aceptar, que el interinato de Casal no da para mucho más.