Fue una tarde tensa y la expectativa fue mucho más de los formadores de opinión pública. La gente esperaba con ansiedad la palabra presidencial.

Alberto Fernández utilizó un atril para dar un mensaje breve, tranquilo, sin voz altisonante y con tono paternalista.

A propósito, este Alberto poco y nada tiene que ver con el candidato, que a veces actuaba casi como un camorrero.

Anoche, dio un discurso sin fisuras y se presentó como el jefe de esta historia, que provoca angustia y temor en toda la población argentina.

A pesar de la tranquilidad con la que se expresó, se trató de un discurso muy severo para los que irresponsablemente violaron esta cuarentena que rigió hasta ayer.

Nombró especialmente a los porteños y bonaerenses que alegremente se tomaron unas vacaciones y partieron hacia diversas ciudades de la Costa Atlántica.

No anduvo con vueltas, ni nada que se le parezca. Es que los informes que recibió de un comité científico hablaban de una gravedad inusitada de la pandemia.

Mostró solvencia y volvió a estar acompañado por gobernadores del oficialismo y la oposición. Desde la platea, Juan Schiaretti seguía con atención el mensaje.

Córdoba preocupa a la Casa Rosada porque está en el top 4 de los distritos con más casos de coronavirus (los restantes son Buenos Aires, Capital Federal y Chaco).

Ayer se conocieron nuevos casos y el número de afectados creció de manera considerable. En el Gobierno nacional ponen la lupa sobre nuestra provincia por un hecho del cual se habla poco: en la capital provincial hay un importante hub, con vuelos a Estados Unidos y España, dos de los países con graves problemas por el coronavirus.

Esto nos pone en una situación de vulnerabilidad, sin dudas. Pero no somos una isla sino el vagón de un tren que, averiado y todo, trata de avanzar como puede.