Después de 228 días, la AFA confirmó el regreso de la Liga Profesional de Fútbol para el próximo 30 de octubre. La cuarentena más larga del mundo aplicó para el deporte más consumido por los argentinos. 

La trastienda que explica la determinación es multidimensional, pero encuentra raíces en nuestro pasado que siempre es un presente continuo.

Salvador Ferla fue uno de los grandes historiadores olvidados por las distintas corrientes que se han encargado de mostrarnos lo que fuimos, somos y aspiramos a ser. Escribió un libro, extremadamente recomendable, llamado “Historia Argentina con drama y humor”. El fútbol argentino navega desde hace ya mucho tiempo entre la desorganización y la extrema capacidad para sorprendernos por el realismo mágico.

El drama del fútbol se parece demasiado al del país, estructurado desde su conformación sobre un puerto que sigue siendo el faro cultural y económico desde donde se continúa pensando a la Argentina. La Batalla de Caseros y posteriormente la de Pavón potenciaron la supremacía de Buenos Aires. El centralismo, enfermedad congénita desde el nacimiento de la patria, explica también la organización del fútbol argentino.

Más del 70 por ciento de los participantes de los diferentes campeonatos de la AFA están localizados en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Son los hijos pródigos, los afiliados directos a la entidad madre. Después están los indirectamente afiliados, los clubes cordobeses por ejemplo, una especie de hijos no reconocidos.

La pandemia del coronavirus interrumpió la segunda competencia oficial de la ya extinta Superliga en primera división. La incertidumbre posterior obligó a una determinación abrupta. Se dio por terminada la temporada 2019/20, sin un segundo campeón y con la suspensión de los descensos en todas las categorías. También se decidió la clasificación a las copas internacionales sin finalizar el calendario. Cambió la competencia en la máxima categoría, y dejó librado a un nuevo formato de elección para el ascenso. 

El post grondonismo sigue rindiéndole culto al genial Dante Panzeri. El fútbol argentino sigue siendo dinámica de lo impensado.
No hace mucho tiempo, la región del Amba explicaba más del 92 por ciento de los contagios en todo el país. Algunos clubes del interior como Talleres y Godoy Cruz solicitaron permiso para regresar a los entrenamientos con estrictos protocolos sanitarios. La rápida respuesta del organismo central no se hizo esperar: o vuelven todos, o no lo hace ninguno. Claro que el concepto de “todos”, en el país y en la AFA, habría que resignificarlo. Claudio “Chiqui” Tapia aseguró que la actividad podía permitrise cuando “todo” el país estuviera en la Fase 4.

El primer cambio que se suscitó no fue el sanitario, sino que llegó desde la Conmebol. La Confederación Sudamericana impuso un ultimatum para la continuidad de la Copa Libertadores. La fase 4 podía esperar. Y vaya que esperó, Penélope… un poroto. 
El futuro de Boca, River y compañía accionó como un antídoto milagroso, superior a cualquier vacuna o descubrimiento científico. El telón de fondo de la crisis sanitaria se congeló, aún en la Ciudad y parte de la Provincia de Buenos Aires. El show tenía que continuar. 

La dinámica de la pandemia se esparció como una mancha por todo el (otro) país. Los casos del interior ahora explican casi el 70% de las cifras diarias. 

Sin embargo, la pelota volverá a rodar y el fútbol compartirá cartel con las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Habrá un nuevo campeón en primera, un boleto a la Libertadores y otro a la Sudamericana. También Belgrano, Instituto y Estudiantes de Río Cuarto buscarán su pasaje a primera. 

La batalla de Caseros derivó en la de Pavón y confirmó lo que siempre sabemos los argentinos. Ni una pandemia global modifica el estado de forma del centralismo permanente. Ni unitarios, ni federales, el fútbol nuestro pervive en ese espíritu imperturbable.