Acaba de morir Carlos Saúl Menem, y las pizarras dicen que un dólar en Argentina, cuesta 154 pesos. Todavía hoy, a mis 35 años, me cuesta comprender cómo fue posible que en este país, durante 10 años, 1 dólar, costara 1 peso.

Menem llegó a la presidencia cuando yo tenía 4 años y se fue después que cumplí los 14. Mis primeros registros de la política fueron bajo su mandato. No puedo despegarme de la imagen de mis padres insultándolo frente al televisor.

La segunda imagen es de 2003, en plena campaña presidencial cuando en los edificios de Nueva Córdoba todos mis compañeros de facultad se divertían gritando, por los balcones, “Vaaaaamos Menem”. El grito se repetía como un eco anónimo, parodiando su jingle de campaña. Y era muy divertido.

En mi cabeza, siempre coexistieron esos dos registros. ¿Qué pasó en el medio?, ¿qué infancia tan distinta debieron tener mis vecinos de Nueva Córdoba para gritar “Vamos Menem” y reírse?.

Hace poco leí una nota de Martín Rodríguez que con un poco de ironía y otro de justicia, pedía un busto para Menem.
Podríamos estar horas escribiendo las cosas que rechazamos de su presidencia. Pero también vale preguntarnos, ¿qué fue la década menemista para tanta gente?.

Menem fue los indultos, pero también terminó con el partido militar. Fue el pacto de Olivos, pero nos dejó una mejor constitución. Terminó con la hiperinflación, pero aniquiló las empresas públicas. O como dice Martin Rodríguez, “Fue un hombre de Estado que remató el Estado”. “Menem nos metió adentro del capitalismo. Adentro de un shopping”. 

Menem también es el acceso al teléfono, a la tecnología, las primeras vacaciones en Brasil, el lavarropas automático. Nos salió caro, pero logró que cierta idea de “modernidad” quede asociada a su nombre.

Es difícil imaginarnos el país que vivimos sin su huella. Antes de Menem no existían los barrios cerrados ni las escuelas privadas. El tipo puso al país patas para arriba. Dejó otra Argentina. Nos acostumbró a una estabilidad con desigualdad.

Tampoco puedo olvidar que en esos años mi mamá, Doctora en Geología, tuvo que suspender su carrera en Conicet para ponerse una fotocopiadora.