Este jueves pasado, las fuerzas de Seguridad de Bolivia reprimieron con gases lacrimógenos a personas que se movilizaban trasladando los ataúdes de las personas asesinadas el pasado martes en la ciudad de Senkata.

La marcha había iniciado en esa localidad de El Alto y se dirigía hacia La Paz, capital del país.

Por su parte el gobierno de la presidenta autoprocalamada tras la renuncia de Evo Morales, en medio de un Golpe de Estado, Jaeanine Áñez sigue sosteniendo que los militares y policías que reprimieron no dispararon "ni un proyectil" y acusa a los manifestantes de ser "grupos pagados y terroristas". Por el momento, no han ofrecido ninguna explicación por las muertes con impacto de balas.

El viceministro de Seguridad Ciudadana del gobierno de facto, Wilson Santamaría, había prometido que garantizarían el avance de la marcha. "Confiamos en que no se genere vandalismo, entendemos la dura situación que se vive porque realmente es tenso lo que hay", explicó, según la agencia de noticias ANSA.

Sin embargo, al llegar frente a la iglesia de San Francisco, la policía comenzó a dispersar la marcha y familiares, amigos y compañeros que llevaban los féretros no tuvieron más remedio que dejarlos en medio de la calle para refugiarse, muchos incluso pidiendo ayuda a las puertas de la iglesia por los efectos de los gases. “Nos tratan como perros”, “primero nos matan, ahora nos gasifican” fueron algunos de los gritos que se escucharon durante el dispositivo mientras otros a su alrededor culpaban de tanta violencia a Áñez.