Álvaro Ruiz Moreno es capaz de hacer que una planta que demora tres años en echar una flor, lo haga en uno. No es jardinero. Es abogado, y quizás por eso conoce las leyes del mundo vegetal. Y sabe, también, como romperlas. Su canal de YouTube ya es una biblia con secretos de las plantas y tiene tutoriales que alcanzan un millón de visitas de personas de todo el mundo. 

Todas las tardes, en su casa del barrio Cerro de las Rosas, Álvaro pone música, preferentemente tangos y milongas, y después riega sus plantas. Las Riega y les habla. Las plantas, lógicamente, no le contestan, pero él cree, espera, que el tango les guste. “Si les pongo reggae seguramente se estresan”, dice. 

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Pero hasta diciembre de 2001, la relación entre Álvaro y las plantas era lejana. Después de la crisis, el estudio del doctor Ruiz Moreno, abogado, consultor y hombre de la política, quedó fundido. Como muchos, se vio obligado a emprender lo que él llama “una reconversión laboral”. Entonces, compró un vivero. “Yo no sabía de plantas”, dice, “sabía de planeamiento estratégico, hacer empresas”. El vivero se convirtió rápidamente en dos, luego en una fábrica de macetas y después en una distribuidora. 

Eso lo puso en contacto con los viejos productores, los verdaderos dueños de los secretos de las plantas, esos que no están en los libros de botánica. Rodolfo Rueda, por ejemplo, cuarta generación de productores, le enseñó cómo hacer que la Estrella Federal ponga la hoja roja. 

Y sin quererlo, trabajando con las plantas, Ruiz Moreno se conectó con su recuerdo más antiguo, uno que tenía olvidado: las rosas exóticas que su madre cuidaba de su casa en Villa Dolores. “Ella era Camarista y conocía a un juez que traía rosas de Rusia. Él le contó cómo hacer para que tengan siempre pimpollos nuevos”, dice. Ese secreto, guardado desde la infancia, es su tutorial más visto en YouTube

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Por eso su planta favorita es la rosa. Si tiene que regalar una, elige una orquídea, la más evolucionada de las plantas, la que no necesita tierra, ni oscuridad en sus raíces. “No son parásitas, son epífitas”, dice. 

Si Alvaro Ruiz Moreno pudiera elegir la sombra de un árbol para tirarse a descansar, o incluso morir, caminaría hasta la sombra de un sauce.