El otoño de 2022 se presenta con tibias esperanzas de salida de la pandemia. El Covid 19 que se convirtió, desde enero de 2020, en el eje desde el que fue necesario reorganizar gran parte de nuestras vidas empieza a ceder frente al avance acelerado de la vacunación. La preocupación por la salud va saliendo de los primeros lugares de la agenda política. El Gobierno nacional estableció el 1° de mayo como fecha límite para disponer el retorno de los/as trabajadores/as de la administración pública a la presencialidad, después de la serie de Decretos de Necesidad y Urgencia que establecieron la modalidad remota. Se van eliminando las restricciones y desactivando todos los dispositivos armados para la excepcionalidad. Rápidamente se instala un clima de “pasar la página” y dejar atrás lo vivido en estos dos últimos años. Sin embargo, hemos padecido enormes sufrimientos.

La pandemia ha tenido un impacto diferencial sobre los grupos más vulnerables de la sociedad, sin empleo formal, con muy bajos ingresos y habitando en barrios que no cuentan con servicios públicos de calidad. Ha crecido la pobreza, la indigencia y las desigualdades.

“Despandemizar” la sociedad en el sentido de construir un relato y un imaginario colectivo que minimice los efectos de esta crisis sanitaria, es un riesgo grave. La vuelta a la “normalidad” de 2019 es imposible. “Despandemizar” es convivir con miradas naturalizadoras de tanta enfermedad y afectación. A pesar de todos los esfuerzos tuvimos que lamentar más de 128 mil muertes. “Despandemizar” es darle lugar a los insistentes modos de negacionismo recurrentes en nuestra historia.

Este sufrimiento lleva a una parte importante de la sociedad a intentar volver a un mundo anterior a la pandemia, a un orden previo que ya no existe. Para Alicia Stolkiner “los hechos traumáticos colectivos requieren de respuestas comunitarias”, tarea a realizar para lograr una comunidad que fortalezca sus mejores aspiraciones inclusivas e igualitarias. Se requiere hacer un balance de todo lo vivido, reparar lo que sea necesario, elaborar colectivamente los traumas soportados, identificar de lo que seremos capaces o no de hacer como sociedad.

No “despandemizar” requiere de diversas acciones, entre otras identificar los aciertos y los errores con la que afrontamos esta crisis epocal. No “despandemizar” puede ser una oportunidad para debatir, disputar, incidir y transformar formas de subjetivación que debilitan las mallas de protección comunitaria. No “despandemizar” requiere de una capacidad de articulación política para reconstruir lo que sea necesario después de esta catástrofe.

Las olas de contagios pueden pasar pero los aprendizajes deberían quedar y aprovecharse. ¿Cuáles son las mejores experiencias que se desarrollaron en pandemia? ¿Cuáles fueron nuestros más grandes déficit?

Daniel Feierstein en su libro “Pandemia. Un balance social y político de la crisis del Covid 19", señala las políticas, las herramientas y los mecanismos que sirvieron y los que no sirvieron en estos últimos dos años, evaluación muy importante para enfrentar lo que se viene.

Branko Milanovic le adjudica a la cultura de la impaciencia y sus ganas de resolver todos los problemas rápidamente asumiendo muy pocos costos una de las causas del fracaso occidental contra la pandemia. Esta cultura de la impaciencia puede llevarnos a cometer nuevos errores en esta etapa de transición: no sostener los cuidados, no aplazar actividades, no esperar el tiempo necesario para que transcurra esta transición.

La pandemia requirió de un trabajo articulado entre el Estado y los movimientos sociales. El Estado aumentó sus planes y programas (implementación del ingreso familiar de emergencia IFE, ayudas a las empresas, congelamiento de alquileres) y las organizaciones sociales se vieron tensionadas para lograr una cobertura territorial de las necesidades (comedores, merenderos, cooperativas, iniciativas de economía popular). En los lugares donde se avanzó en la cogestión entre el aparato estatal y las redes sociales se dieron los mejores resultados.

En estos momentos, estamos asistiendo a las acciones que los movimientos sociales están realizando para visibilizar la situación de pobreza en que se encuentran las comunidades en los territorios. A su vez, también se han afianzado discursos que intentan deslegitimar los reclamos y la ayuda estatal para paliarlos. No “despandemizar” es sostener políticas públicas que atenúen el impacto económico y reconocer las estrategias de cooperación de las redes no estatales.

Volvemos al título de esta nota “Cómo se curan las heridas” título de una canción del grupo de rock “Las Pelotas”. La letra de la canción dice “Ya sabrás que te dirán,
cómo se curan las heridas…” No hay una sola manera de curar las heridas, ni nadie nos puede decir cómo sanarlas. Negarlas, no asumirlas, minimizarlas, deslegitimarlas, nunca ha sido una solución.  Quizás, un tiempo no impaciente nos ayude a sanar.