Silvia Robles es una ex maestra jardinera -pues ya está jubilada- y dedica su tiempo para fabricar y crear muñecos y muñecas para los más pequeños. En su taller ubicado en Saldán, día a día se interioriza con una actividad que tiene cariño, algo de escuela waldorf y mucha paciencia: cada muñeco le lleva unas veinte horas.

"Son blandos, son cálidos. Están vivos porque permiten un juego honesto entre el alma del niño y el juguete" dice Silvia, con brillo en los ojos. Ella destaca la importancia de estos muñecos, hechos a mano, porque le permiten a los niños expresar su emociones, jugar, vivir.

Silvia explica que sus creaciones tienen tres zonas: una superior, una media y una inferior. La primera incluye el pensamiento, la segunda los sentimientos y la tercera, la inferior, el hacer. En estas obras de artesanía, ella ve una imagen del ser de los niños y cómo los ayuda a crecer más humanos durante la infancia. Además, los muñecos incluyen un morral donde Silvia les incluye regalos y elementos relacionados con aprendizajes de la vida.

Su experiencia como maestra le ha permitido depositar esas energías en sus muñecos: "En mi corazón han quedado muchísimos niños que se me vienen y aparecen en estos muñecos", reflexiona. Una linda experiencia para conocer y compartir.

Muñecos hechos a mano: una historia viva