No siempre se lo ve. Pero la mayoría alguna vez lo ha escuchado: una voz metálica y estética que rompe el silencio de la siesta en los barrios o en los pueblos: “¡Compro cobre, bronce, hierro, chapa, baterías viejas, heladeras viejas, señora!”. Es el chatarrero que, según el caso, en carros, camionetas o camiones recorre las calles juntando esos objetos inanimados y en desuso que se amontonan en los patios o galpones. 

Son un eslabón de la cadena del reciclado de materiales pesados, una cadena que continúa en los depósitos de chatarra y termina, después, en las grandes acerías del país. La venta de chatarra se convirtió en una salida económica en este tiempo de pandemia. Lo que para muchos es sinónimo de basura, objetos oxidados o en mal estado, para otros, significa una fuente de ingresos más para sostener a sus familias. El círculo involucra a diversos sectores sociales, formales e informales.

“La crisis de los últimos años hizo que cada vez más personas se acerquen a las chatarrerías a vender las cosas que le sobran”, dice Enrique Garay, dueño de un pequeño depósito de chatarra ubicado en barrio Mariano Fragueiro.

Según sostiene, el aumento de oferentes es cercano a un 40%. “Aumentaron los carros que salen a comprar a la calle, pero también las personas particulares o los talleres, se acercan directamente a vender lo que sobra. Se hacen unos pesos”, dice. 

Mirá ¿A dónde va la chatarra? 

A dónde va la chatarra?

Informe: Daro Almagro. 

Ecos de la crisis 

Luego de la crisis de diciembre de 2001, Garay se quedó sin trabajo. Junto con otros desocupados, decidieron recuperar y poner a andar un camión viejo con el que salieron a la calle a juntar y comprar chatarra. Al tiempo, entre todos, pusieron el depósito que ahora es de su propiedad y explota junto a su familia. 

Afirma que entre los materiales más vendidos no se encuentra el cobre o el bronce. Pese a que en los últimos meses se registraron varios robos de cables de alumbrado público o placas de bronce de cementerios o plazas públicas, la chatarrería no es el destino. Los carreros o "cirujas" como ellos mismos se llaman en la jerga, llevan esos minerales a otra cadena.

La materia prima de su negocio es el desecho domiciliario o la basura que queda cuando extraen el plomo y el cobre. “Lavarropas viejos, heladeras, el tallerista que tira repuestos”; explica. “Todo eso lo limpiamos, ponemos contenedores para la basura y el resto se entrega a una empresa mayor, un depósito intermedio”, explica. Luego, todo va a dos grandes acerías ubicadas en Rosario, Santa Fe, donde se funde y se vuelve a hacer el metal. 

“En un momento de gran contaminación en el mundo, estos pequeños lugares que son una forma de vida para mucha gente, se transforman además en una solución”, dice Garay. 

“Motores viejos quemados, bocha de heladera, estamos comprando”, un sonido típico en los barrios.
“Motores viejos quemados, bocha de heladera, estamos comprando”, un sonido típico en los barrios.

La cuarentena trajo nuevos clientes

Es viernes por la tarde. Por las calles de barrio Bella Vista serpentea una camioneta con carro. El altoparlante en su techo va dejando el pregón. “Motores viejos quemados, bocha de heladera, estamos comprando”. El equipo periodístico de www.cba24n.como.ar intenta hablar con los trabajadores.
“¿Periodistas? no, amigo, nosotros estamos ocupados!”, dijo uno y volvió a subir a la caja abarrotada de cosas. 

“Es que este es un rubro muy desgraciado”, explica Ángel, otro chatarrero. “Uno dice: ‘pobre gente, mirá cómo trabajan’ pero se ganan fortunas, porque las personas venden cualquier cosa para hacer unos mangos”. Comenzó hace poco. Se acaba de comprar “una camioneta vieja”, todavía no tiene el parlante y el micrófono, que cuestan aproximadamente 20 mil pesos. 

Todos coinciden que desde que comenzó la pandemia aparecieron nuevos clientes. “Creo que eso se debe a que mucha gente al estar más tiempo en sus hogares hizo limpieza en patios y terrenos. O guardaron objetos para arreglarlos y nunca más lo hicieron”, explica Garay. 

Un negocio que da trabajo

El centro de acopio de Garay recibe principalmente chatarra. Paga, en promedio, 10 pesos el kilogramo. Sostiene que el monopolio de las dos grandes acerías controló el precio: “Nos pagan 15 pesos el kilo”, dice. 

Enrique Garay comenzó con el rubro de la chatarra en la crisis del 2001
Enrique Garay comenzó con el rubro de la chatarra en la crisis del 2001

Todo lo que compra se destina a la empresa Acindar, donde se funde para el acero. Hacer un paquete de 18 toneladas le lleva, en promedio, dos meses. Otros centros trabajan a mayor escala. “No es una gran ganancia pero es un negocio rentable que alcanza para vivir”, finaliza.