La ansiedad por la distribución masiva de la vacuna contra el Covid-19 crece al ritmo de una pandemia que avanza hacia el millón de muertes.

Los anuncios oficiales siguen, con oscilaciones, un proceso al que aún le restan pasos formales. Aunque exista mucha urgencia todavía se deben cumplir etapas en la investigación y la posterior validación de la inoculación.

Según distintas estimaciones, las primeras partidas para distribución masiva llegarán a partir mediados del próximo año.

Dichas partidas provendrían de sólo tres de los más de 130 proyectos de vacunas actualmente en marcha. De manera conjunta, Moderna, Pfizer y AstraZeneca/Oxford lanzarían unas 3.400 millones de dosis. Aunque impresionante, ese número representa menos de la mitad de la población mundial actual, que llega a 7.700 millones.

Por ello, la inmunidad global no parece posible en un lapso breve. Por el contrario, se debería apostar a una suerte de inmunidad del rebaño, al que se llegaría con un 60 por ciento de la humanidad ya vacunada.

Ante ese escenario emerge, poderosa, una gran duda: ¿cómo será el reparto de las dosis?

En otras palabras, ¿qué grupos de la población serán considerados prioritarios? ¿Serán los trabajadores de salud o las personas en grupos de riesgo? 

Ampliando el foco, ¿será un reparto equitativo y democrático entre todos los países? ¿Incidirá la capacidad económica y política de cada estado?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsa un reparto con criterios proporcionales de acuerdo a la población de cada país y las proporciones de personas en riesgo. Pero tampoco se agota la polémica: de una u otra manera algunos se llevarían la mayor cantidad de dosis.

"Con los proyectos que están en danza, no alcanzaría en los primeros meses. Hay que marcar prioridades, no sólo entre los países, algunos de los cuales han invertido muchos millones, sino al interior de las naciones. Es un tema muy complicado. Una vez que se tengan los resultados de la fase 3 de las vacunas habrá que discutir a quién vacunamos primero", explica Fabricio Ballarini, licenciado en Ciencias Biológias y Doctor.

Precisamente la disponibilidad de recursos de cada Gobierno puede replicar inequidades en la administración del tan esperado remedio.

"Fue una gran noticia para todo el mundo cuando se descubrieron las drogas retrovirales que mejoran la calida de pacientes que tienen HIV. Pero a África, el continente más afectado, tardaron ocho años en llegar esas drogas. Hemos tenido experiencias poco empáticas. Hay muchos países que atraviesan crisis económicas, sociales o sanitarias", evoca el también investigador del CONICET.

"Lo que la OMS plantea es una distribución equitativa entre países. O sea, asegurar que todos los países se vacunen, en la primera etapa, aunque sea en bajos porcentajes. Hay que ver si los países que invirtieron más, como Estados Unidos, deciden hacerlo. Trump ya dijo que no lo haría. Por eso puede haber muchas dosis, pero destinadas a los países poderosos y no a los más pobres", advierte el también comunicador y divulgador científico.