Una improvisada coreografía arremolina a varios jóvenes. Muy jóvenes. Discuten con ánimos soliviantados, acaso, por las primeras luces del día. Unos y otros exigen más explicaciones de las que están dispuestos a brindar. Escasos centímetros separan ademanes. Nadie recula. Algunos separan. O actúan como si.

Hasta que una mano, con pasaje anónimo en el tumulto, impacta sobre un rostro. Entonces, por un instante, todo cambia de velocidad. Especialmente si el objeto del ataque no está preparado para la agresión, ofreciendo su humanidad como blanco perfecto. Ley no escrita, en los tumultos los intentos por atemperar suelen no encontrar más correspondencia que un artero golpe. Y las consecuencias pueden ser más graves que un simple encono.

La escena no es exclusiva. Tampoco excluyente. Situaciones similares se han vivido, por miles, en escenarios configurados para la noche: boliches, discotecas, bares, pubs, playas y un largo etcétera. En latitudes y longitudes diversas.

Sin embargo, desde que los registros de la violencia comenzaron a inundar las redes sociales, su ocurrencia parece despertar otras reacciones. En plena era digital escenas de golpizas o ataques arteros generan rechazos directamente proporcionales a su viralización.

El caso más reciente ha conmovido a las dos orillas del Río de la Plata en plena época veraniega.

De este lado, un joven de 17 años, identificado como Alejo Iturrieta, se repone de una fractura en la mandíbula provocada por un trompada propinada por un joven de similar edad pero diferente contextura.

De aquel lado, el joven de similar edad y superior contextura, identificado como Giano Bernardi, ha quedado bajo el ojo condenatorio de miles de personas. Alentados por la impersonalidad de las redes, muchos condenan, otros tantos alientan dudosas revanchas.

El hecho ocurrió en la madrugada del 4 de enero, en un boliche de Punta del Este, según la filmación subida a Twitter por la usuaria Martu Dainesi. Dicho registro muestra cómo el ataque de Bernardi toma por sorpresa a Iturrieta, quien intentaba mediar en una discusión que mantenía un amigo.

Lejos de cualquier arrepentimiento, el atacante amenaza con volver por el amigo del agredido, quien alcanza a alejarlo con un ademán. Todo ante la pasividad de otros jóvenes, más preocupados por filmar o comentar el triste episodio.

La certeza sobre la gravedad del ataque fue proporcionada por otra usuaria, quien advirtió que Iturrieta había sufrido serias lesiones que obligaron a su traslado a Buenos Aires.

Ya por estas horas el joven continúa con el posoperatorio y ha expresado su evolución a través su propia cuenta. 

En Uruguay, ya con sus cuentas en redes sociales cerradas, Bernardi espera definiciones respecto de las acciones que pueda tomar la Justicia. Seguramente serán anunciadas para no tomarlo por sorpresa.