Como toda Catedral del mundo, la de Valencia se destaca con luz propia. Quizás siempre es importante, más allá de creencias y credos empezar a recorrer una ciudad por la Catedral. Y, como si esto fuera poco, tuvimos la intención de llegar a la cúpula y lo logramos por unas escaleras que no terminaban nunca pero que merecen recorrerse porque al llegar al final, se puede observar toda la ciudad con una vista privilegiada.

Como muchas Iglesias europeas, la de Valencia tiene un costo, salvo si uno ingresa a una Misa. Y la experiencia fue interesante, era temprano pero nos llamó la atención que había catorce curas dando la Misa y sólo ocho eran los feligreses…

Los quesos en el Mercado, una visita irresistible. Foto Gustavo Arnoldt.
Los quesos en el Mercado, una visita irresistible. Foto Gustavo Arnoldt.

El Mercado y su plaza tienen un encanto especial. Es inmenso y podés observar y, en algunos casos, probar quesos, fiambres, dulces y un amplia gama de carnes, frutas y verduras. Sin duda, es uno de los mejores Mercados del mundo.

El Mercado tiene su historia. El 1 y 2 de octubre de 1937 tuvieron lugar dos de las cuatro sesiones que las Cortes españolas celebraron en Valencia durante la guerra civil (1936-1939). Al salir de la plaza del Mercado la ciudadanía valenciana recibió con entusiasmo a los y las representantes de la República.

La Ciudad de las Artes y las Ciencias también merece un párrafo aparte. Cuenta con una Sala de proyecciones de cine IMAX, planetario y Láser. Dispone de una superficie aproximada de 13.000 m², constituyéndose en la sala más grande de España que alberga tres sistemas de proyección en una pantalla cóncava de 900 m².

También hay que mencionar al museo interactivo de ciencia. Ocupa alrededor de 40.000 m² repartidos en tres pisos con una diversidad de exposiciones interactivas y las numerosas actividades de divulgación.

Foto Gustavo Arnoldt.
Foto Gustavo Arnoldt.

Otro atractivo es La Lonja de la Seda declarada en 1996 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se encuentra situada en la plaza del Mercado, frente a la Iglesia de los Santos Juanes y del Mercado Central de Valencia. Francesc Baldomar fue el autor del proyecto original de la Lonja de Valencia,​ lo comenzó a elaborar entre los años 1470-1471, y es una obra maestra del arte Gotico valenciano.

A 100 metros del Municipio de Valencia, hay un restaurant que se destaca, porque pese a su nombre es de alguien de nuestro barrio Iponá. El Porteño Asador Criollo. Su dueño es Sebastián Olivieri, un cordobés que hace casi cinco años tiene este restaurant. “Vine hace 13 años a España como mochilero, cuando me recibí de Licenciado en Administración de Empresas en Córdoba y me dije me quedo tres meses más, al final me quedé y ya pasaron trece años. El objetivo es reproducir un asador argentino en Valencia con cortes bien argentinos como ojo de bife, entrecot o mollejas, y para setiembre voy a plasmar un proyecto: un bodegón con sándwich de milanesa, choripanes y revuelto gramajo”.

Directo a Valencia, sin escalas: la historia de un cordobés

Al otro día fui al restaurant La Terraza, donde pude degustar la preparación del chef italiano Gabrieli. Unos tallarines con carbonada de cogote de cerdo, macerado en pimienta negra, huevo y se mezcla en un bowl de acero, acompañada de un vino cabernet sauvignon Hoya de Cadenas español exquisito.

Ojo con algunos conductores de Bla Bla Car

Bla bla car es una aplicación muy usada en España, Francia y Brasil, y consiste en unir a la persona que viaja de una ciudad a otra, mediante al pago con la tarjeta de crédito, desplazarse al mismo lugar al mismo momento puedan organizarse para viajar juntas.

Luego la aplicación permite el contacto entre el conductor y el pasajero para que coordinen donde encontrarse. Pues bien, la idea era viajar desde Valencia a Alcosebre, una pequeña playa, muy pintoresca pero que no tenía muchas variantes de accesos con medios de transporte. Es así como abono con la tarjeta 12 euros y me pongo en contacto con la persona, me dice de encontrarnos en un lugar determinado con el glooge map, cuando me dirijo al lugar veo que era el mismísimo Estadio de Valencia llamado Mestalla, que lleva ese nombre porque está en el barrio de Mestalla y fue fundado en 1923.

La figura de Mario Alberto Kempes en el Mestalla. Foto Gustavo Arnoldt.
La figura de Mario Alberto Kempes en el Mestalla. Foto Gustavo Arnoldt.

Como no compré chip de celular en España, la comunicación si no era por wasap se complicaba, merced a la ayuda del propietario de un Eurotaller, me comunico con esta persona y me dice que tenía que estar en el parking del Estadio de Valencia, donde estaba estacionado un Mercedes Benz verde. Me dirijo al lugar y claro, la playa de estacionamiento era enorme, pese a que pude ubicar el Mercedes Benz.

Pero pasó la hora estipulada y la persona no llegó al lugar, a los 15 minutos trato de comunicarme merced a la predisposición de otra persona que estaba en el lugar, y el celular daba casilla. En definitiva, me perdí el viaje con el agravante que ya tenía hecha la reserva en el hotel de Alcosebre. Entonces decidí retornar al hostel donde estaba alojado que estaba ubicado a una cuadra del Municipio de Valencia.

Ya entrada la noche, cuando llegué al hostel me dicen que no había más lugar. Ante esa situación le pido permiso al encargado que ya se retiraba porque la recepción cerraba a las 23 si podía quedarme en el living y la respuesta fue rotunda: No. Luego muy cansado de haber deambulado todo el día con las maletas, que incluso no había subido (el hostel estaba en el tercer piso de un edificio antiguo cuyas escaleras era tremendas) y habían quedado del lado de adentro del edificio de entrada.

Al ver mi cara de desesperación, el encargado del hostel me dice “puedes quedarte en la recepción”. Algo es algo, al menos tenía un baño porque en la recepción no se podía dormir ya que era muy pequeña. Entonces la única opción era dormir en el piso del baño. Improvisé con una toalla grande una almohada, y el reloj marcaba 15 minutos pasada la medianoche, el cansancio se hacía sentir y el sueño le ganó al piso duro del baño.

A las 6 de la mañana abrí los ojos y lo primero que se vino a mi mente fue la valija, bajé los tres pisos y estaba sin tocar ni abrir en el mismo lugar donde la había dejado.

La reflexión final es como se aprende viajando, y me dio una sana envidia el hecho de que nadie me tocó la valija demostrando porque a veces unos continentes crecen, debido a sus costumbres y cultura.

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