Una vez estuve muy cerca de la historia de una canción de Joaquín Sabina.

Fue cuando vino a la Argentina a mediados del 91. Recuerdo la fecha porque en ese momento yo estaba empujando El Nuevo Tajo, una revista que era la versión revista semanal, independiente, del que había sido el suplemento joven del diario Sur.

Esa vez Joaquín iba a hacer unos conciertos en un teatro grande de la ciudad, y como en anteriores oportunidades, estuve para darle una mano en la difusión de la actividad, sólo que se repetía lo de siempre: ya no daba para hacerle otra entrevista.

Así que le propuse cambiar algo.

-Claro, ¿y qué sería?

-Que escribieras vos.

-¿Yo? ¿Una nota? ¿Y sobre qué?

-Sobre Buenos Aires.

-Ah, sí. Puede ser. Me gusta.

Recuerdo que la edición cerraba los jueves y la propuesta se la hice ni bien llegó, el miércoles a primera hora.

Así que, dentro de todo, tenía tiempo.

Pero llegó el jueves y nosotros habíamos decidido ponerlo en la tapa, así que por las dudas, para asegurarme de contar con ese material, al mediodía me fui a buscarlo al hotel donde se alojaba.

Recién se levantaba y como si no hubiera ninguna situación de urgencia, me dijo que lo acompañase a desayunar y después a la Plaza de Mayo, adonde había quedado en encontrarse con las Madres.

-De ahí nos vamos a la revista y hago la nota. ¿La redacción está en el centro, no?

-¿No tenés hecha la nota?

-No te preocupes. Voy a la redacción.

Dentro de todo, buen negocio, pensé. Si va conmigo a la redacción, hacemos ahí las fotos.

Y todo bien.

Al final de la tarde, llegamos a la redacción. Se sentó en mi máquina e hicimos fotos. Pero la nota no estaba.

-¿Y la nota?

-¿Tenés un grabador? Te la digo.

¡Me la dictó!

Ayer me comprometí con ustedes a escribir una nota sobre Buenos Aires y lo hice demasiado rápidamente porque llevo muchos años queriendo escribir eso. En realidad, hice una canción. Aunque no era ésa historia, era un pedazo.

Ayer quería escribir sobre la lluvia, porque creo que no se conoce bien una ciudad hasta que no te llueve, hasta que no ves cómo la lluvia trata a esa ciudad. Y noté que era otra Buenos Aires. Era un Buenos Aires donde llovía, y yo podía andar bajo la lluvia. Y la lluvia hace que todo salga a la superficie. Por ejemplo, la melancolía. Y la tristeza. Y todo lo que es Buenos Aires para mí.

De todos modos, toda la lluvia que caía, incluso anoche sobre el Pabellón de Obras Sanitarias, era muy hermosa, porque Juan Carlos Baglietto estaba cantando Eclipse de mar y el cielo se hundía, y la lluvia sonaba encima… Luego me fui de copas a un sitio en el que había unas putas bastante maternales y entradas en años, y fui incapaz de escribir sobre la lluvia, y sobre Buenos Aires. Pero escribí una canción que me andaba rondando por la cabeza desde hace ya bastantes meses. Yo sabía que quería escribir sobre buenos Aires, y la de anoche era una más de las noches perdidas, y con lluvia, y en Buenos Aires, y sin poder escribir un artículo sobre Buenos Aires. Pero pudiendo escribir una canción de ésas que nacen de un tirón, que no habla de Buenos Aires pero que es Buenos Aires, porque lleva adentro toda la lluvia y toda la desesperación de esta ciudad. Y lleva adentro toda la desesperación que yo tenía aqnoche por no poder escribir una nota sobre Buenos Aires.

Esta es la canción de las noches perdidas

que se canta al filo de la madrugada

con el mate amargo de la despedida

por eso suena tan desesperada

Canta la canción de las noches perdidas

si sabes que todo sabe a casi nada

a carrera en los leotardos de la vida

a bola de alcanfor dormida en la almohada

Y tiene nombre de mujer

como la soledad, como el consuelo

los desertores del deber

no encuentran taxi libre para el cielo

Esta es la canción de las noches perdidas

lleva un crisantemo ajado en la solapa

se sube a la cabeza como ciertas bebidas

se pega a la desilusión como una lapa

Canta la canción de las noches perdidas

quema como el gas azul de los mecheros

sabe cómo echar vinagre en las heridas

miente como mienten todos los boleros

Y tiene nombre de mujer

como mi corazón, como tu olvido,

los desertores del deber

no tienen más amor que el que han perdido

Esta es la canción de las noches perdidas

si quieres, te la cambio por un rato en tu cama

hierve como el ruedo en tardes de corrida

como los abrazos en los telegramas

Y tiene nombre de mujer

como la libertad, como la nieve

los desertores del deber

toman su maldición y se la beben.

En lugar de toman decía cogen su maldición y se la beben… pero follarse a la maldición es excesivo.

Con abrazos.

Joaquín Sabina.

Buenos Aires, 3 de junio de 1991.

Joaquín Sabina en El tajo. Foto: Archivo Víctor Pintos
Joaquín Sabina en El tajo. Foto: Archivo Víctor Pintos

Siempre me pareció un altísimo honor que esa nota que le pedí le hubiera dictado la canción, que aparecería un año después en su celebrado disco Física y Química. Pero por las dudas la historia no hubiera sido tal como la contó, tomé el recaudo de escribir, debajo de una foto de la nota, un epígrafe que levemente se despegaba de lo afirmado:

Joaquín periodista en la redacción de El primer tajo. De su nota nació una canción. O viceversa…

 Lo que sí, conservé el cassette donde Sabina improvisó el texto y hoy lo tengo digitalizado. Y el manuscrito con la letra de la canción, por supuesto.

La Canción de las Noches Perdidas
La Cancion de las Noches Perdidas