Tal es el mandato de las “Coplas de libertad” que compusiera Jorge Marziali.

Fuertes, pero no únicas. Porque no hay una sola libertad.

¿Libertad Lamarque, Libertad Leblanc o Libertad, Libertad, Libertad? Le pregunté una vez  a la Leblanc mientras el Fino Pizarro le escrutaba el escote con fines exclusivamente fotográficos, y el Mono Marchini se escandalizaba no se si por el tango Lamarque, la tanga Leblanc o la versión de Charlie del himno.

Todo  esto no venía sino a confirmar que hay varios libertades. Y que no todas se cantan a coro..

Desde la Libertad de Quino hasta la de Ken Loach, “Tierra y libertad”.

La primera resultó el último personaje en aparecer en el mundo de Mafalda. Y era  un fiel exponente de la ideología anarquista , idealista, utópica, incisiva y crítica que . amaba la cultura, las reivindicaciones sociales y las revoluciones.

La segunda, “Tierra y libertad” según el título de la peli de Ken Loach enhomenaje a George Orwell.

Podríamos agregar la sanmartiniana: seamos libres que lo demás no importa nada. y así y todo, no llegar nunca a la libertad más esclavizante que en el mundo ha sido. La libertad de mercado.

Que la defiendan quienes la sufren , quizás pueda ser explicado por las palabra de Isaac Asimov que, esta vez, no son de ciencia ficción.

“Existe un culto a la ignorancia. La presión del antiintelectualismo ha ido abriéndose paso a rtravés de nuestra vida política y cultural alimentando la falsa noción de que la democracia significa que mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento.”

Quizás haya llegado el momento de volver a la fuente, autoexcluyéndome, claro.

Los  mapuches hablaban de  todos  los  problemas que  se suscitaban  en 

la comunidad en el  llamado  “El hospital de  las  palabras” , donde  se 

“trataba” a  los  vocablos que de tanto ser usados  en el  lenguaje  popular 

y  cotidiano,  iban  perdiendo su significado real. 

Por su parte, los charrúas  del “Club  de  los  imbéciles  anónimos”  salían  a  reclutar  puerta  por  puerta  en las  campañas electorales,  porque  la gente

antiguamente llamado  pueblo,   dudaba en afiliarse  por no saber  qué 

grado de  imbecilidad   se requería, pero  más  que  nada  por  miedo  a 

dejar de ser anónimos pero  seguir  siendo imbéciles.

Anoticiados, los libertarios del siglo XXI, faltos de un lenguaje propio que no fuera a estar teñido del rojo del comunismo y del anarquismo, acudieron a por ayuda,

Pero no tuvieron suerte.

Los mapuches les informaron  que  la alegría  no los  podía  atender porque estaba en “El hospital de  las  palabras” en terapia  intensiva.

Corrieron  entonces al charrúa  “Club de  imbéciles anónimos”  y les 

pidieron abrir una sucursal en  la  plebeya  reina de  la plata, 

y  recibieron  una negativa  porque  ya  hasta  los  imbéciles  los  conocían

Pero no por conocerlos debemos descuidarlos.

Porque, en palabras de Pablo Semán en Anfibia.   “No vivimos en un péndulo, sino en un tobogán. Cada vez que “volvernos” es diez pisos más abajo.”