“¿Acaso hay un afuera de la cultura de la plusvalía?”. Invisible, la frase quedó flotando. Plusvalía, cultura, derechos de autor, mercados, peajes, agachadas. ¿Acaso hay un afuera del capitalismo? ¿Acaso hay un afuera? “Dinheiro é ditadura” grita Tom Zé en uno de los tracks de Vira Lata na Via Láctea (2014).

Si existe al menos un reverso, muy probablemente esté adherido a la locura, o sobre la superficie de las adicciones en las que patalean millones de personas en los Estados Unidos de América, reino avanzado del capitalismo de punta. La serie audiovisual Dopesick (Star+, 2021) retrata tal vaivén emocional. ¿Es el vacío el único afuera del sistema? Una oscuridad similar se puede encontrar en El oficinista (Premio Biblioteca Breve Seix Barral, 2010) donde la pesadumbre y cierta calamidad componen un paisaje gris, desmovilizante. Pero volvamos a nuestro país y a nuestros problemas.

Guillermo Saccomanno (1948, Mataderos, ciudad de Buenos Aires) publicó recientemente Cuentos reunidos (Seix Barral, 2023), compilación de relatos y textos que abarcan una etapa extensa: de los 80 al 2020. Puede constatarse la sintaxis ácida y precisa del escritor que, para compensar la turbulencia propia de la Capital, se entrega por períodos -20 de los 30 días de cada mes- a la soledad áspera de las playas de Villa Gesell. 

Saccomanno en el monoambiente donde dictó durante años talleres de escritura. Foto: Maximiliano Luna.
Saccomanno en el monoambiente donde dictó durante años talleres de escritura. Foto: Maximiliano Luna.

Fue en ese entorno (el océano, el viento, el abismo) donde Saccomano concibió el texto que luego leyó en la “feria” del libro. Decir feria es decir comercio. Allí hizo transpirar a algún funcionario y ofrendó -con seriedad, con tranquilidad- preguntas que espesaron el aire del ambiente (como la que abre este artículo).

“Mientras escribía este texto, para aliviar la tensión, con la conciencia de que este discurso pronto será olvido, salí a la noche, al bosque. Me acerqué a un árbol añoso, lo toqué, respiré la oscuridad. Al volver a la mesa, a la birome negra y a la hoja, algo había pasado, una especie de gratitud. Y seguí escribiendo. No cambiaría este oficio por nada”.

Así cierra el texto-discurso (el primero que fue remunerado desde que el evento se desarrolla: “Me imaginé en el supermercado tratando de convencer al chino de que iba a pagar la compra con prestigio”, JÁ). El texto no fue olvidado; en lo personal, la inquietud de inicio tiembla en alguna parte de mi rota memoria: será posible la existencia de un afuera del dinero, de las jerarquías del poder.

Epígrafe de apertura de Bajo bandera (Planeta, 1991).
Epígrafe de apertura de Bajo bandera (Planeta, 1991).

“Si pensás que hay una tríada que mueve esta sociedad capitalista, que es sexo, dinero y poder, ¡bingo!” Saccomanno

Cuentos reunidos está compuesto por 40 textos en donde la crítica social y el realismo insolente componen una singular armonía con lo subterráneo (“Yo sí creo en la teoría del iceberg”, Saccomanno dixit). 

Los relatos aparecieron originalmente en Situación de peligro, Bajo bandera, Animales domésticos, La indiferencia del mundo, El pibe, Cuando temblamos y El sufrimiento de los seres comunes.

Parte de las novelas publicadas por Saccomanno.
Parte de las novelas publicadas por Saccomanno.

“Los padres de la patria habían sido hombres de armas. Y ahora, sus hijos dilectos, los hombres de armas, una vez más gobernaban el país. Hacía tres años que gobernaban. En 1966, un general de caballería, que alguna vez había prestado servicios en el Comando de Remonta y Veterinaria y estudiado en West Point cómo vigilar la patria y cuidar nuestros destinos del enemigo rojo, había asumido la presidencia. Como tantos golpes de Estado, éste también había contado con la anuencia y complicidad de la Iglesia, la Sociedad Rural, los monopolios, los políticos y los sindicalistas burócratas del peronismo”, se lee al inicio de Bajo bandera (1991, Planeta).

Fue justamente en la Rural donde Saccomanno dio el discurso que alguien calificó como “lanzallama”, todo un halago calculado para un cultor de Roberto Arlt. En contacto con Cba24n, el autor de El amor argentino habla sobre el episodio de la feria, la edición de Cuentos reunidos y otros suburbios literarios.

-¿Se puede decir que en estos Cuentos reunidos se encuentra una constante de su estilo? La solvencia de frases que raspan, prescindiendo preferentemente de adjetivos. Además de las lecturas (Arlt, rusos, norteamericanos) ¿con qué otras experiencias fue robusteciendo el estilo de su escritura?

Saccomanno- En principio, los cuentos reunidos son una antología de lo que he publicado en narrativa breve desde los 80 -creo- hasta hace un año, año y medio atrás. El tiempo que me llevó hacer una selección fue un tiempo, te diría, duro. No en términos de duración, de extensión en el tiempo, sino porque implicó una revisión de lo que yo había narrado desde entonces. Y me di cuenta, a medida que avanzaba en la selección, que se iba ensombreciendo mi ánimo, además de lo sombríos que pueden resultar algunos de los relatos. Y eran sombríos porque, claro, yo trabajo en la ficción, pero la ficción parte de una realidad. Y la elaboración e interpretación de esa realidad surge a partir de un detalle, una frase, una anécdota, algo que viste en la calle, algo que te contaron; allí surge la materia para ficcionalizar. Lo que me fui dando cuenta, a medida que avanzaba la lectura, y se lo dije a una amiga: mirá, me parece que los cuentos son muy oscuros, o muy, cómo decirte, rabiosos. Y esta amiga me responde “bueno, Guille, pero qué querés, si nuestra realidad fue siempre una mierda”. 

Y creo a veces, como San Juan de la Cruz, que se trata de buscar la luz en la noche oscura del alma, no se trata de otra cosa. Y esta luz que intenta arrojar la literatura busca o pretende iluminar zonas de la realidad. Si pensamos que nuestra realidad es bastante dramática… en una sociedad capitalista todo es dramático. Nadie se salva en una sociedad cuya ecuación es sexo, dinero y poder, y menos la literatura que no es autónoma y por ende no está fuera de la cultura de la plusvalía, ¿no? Entonces, en la medida en que estamos regidos por el poder del dinero, uno está sumido en una historia y no puede escapar de esa historia. Yo no creo en la autonomía de la literatura. Así vos escribas un material de pura ciencia ficción o una novela “de evasión”, la realidad del presente, la historia, te marca. Como decía David Viñas: para leer los textos hay que contextualizarlos.

Leyendo el "discurso lanzallamas" en la Feria del Libro de Buenos Aires 2022. El monopolio del papel, un drama central en la actual situación del mercado editorial de la Argentina. Foto Eliana Obregón.
Leyendo el "discurso lanzallamas" en la Feria del Libro de Buenos Aires 2022. El monopolio del papel, un drama central en la actual situación del mercado editorial de la Argentina. Foto Eliana Obregón.

-Sigamos con Viñas: él señalaba el contexto inevitable de todo texto. El dinero y las condiciones materiales. Una obviedad (aunque no tanto, en épocas donde la moda es cuestionar lo obvio). Parece un tema muy antiguo que al mismo tiempo se discute con pudor. Imagino que su discurso de apertura en la “feria” del libro le dejó repercusiones de lo más diversas.

Saccomanno- Mirá, yo creo que los funcionarios o los jerarcas de la industria que transpiraron ya se secaron el sudor, se pusieron desodorante y el mundo sigue andando, ¿no? Lo que tal vez fue perturbador, y que no se esperaba, era que yo hablara de la materialidad del libro y no de las buenas intenciones. A ver, la Feria del Libro durante mucho tiempo tuvo como consigna “del autor al lector”. Empezando por la entrada: se cobra. Segundo, si un matrimonio con dos chicos entra, tiene que pagar la coca, los panchos, el estacionamiento, etc. Y además de la coca cola y los panchos, tiene que comprar los libros. ¿Cuánta guita se te va en una visita a la feria? Y por otro lado, el tema más importante cuando yo hablo de la materialidad del libro va desde los derechos de autor hasta la crisis del papel. La crisis del papel es un tema esencial hoy, ineludible. La industria del papel está en manos monopólicas. Son los que rigen el precio del papel y rigen, por tanto, el precio del libro. Y por otro lado está el tema de derechos de autor, de cuánto puede cobrar un autor por derechos. Es decir, lo más que podés conseguir es un 30% del precio de tapa, lo más. Si no, lo habitual es el 10%. Me acuerdo ahora de Osvaldo Soriano, éramos muy amigos. Era un bestseller y se decía que ganaba una fortuna, se publicaban cifras aproximadas a sus contratos, etc. Y es cierto, ganaba mucho con sus obras, que fueron muy populares. Pero cuando él sacaba cuentas, el tiempo que le había insumido la escritura de un libro implicaba 24 meses o más. Si lo prorrateabas, esa cifra te daba el sueldo de un docente.

Es decir, pensá que un escritor que le presenta su primera novela a un editor: lo único que tiene para vender es esa novela. Digo vender en el término de que vos estás vendiendo tu obra. Y cuando se presenta a un editorial, el editor está sentado sobre un catálogo de muchísimos libros, de muchísimos títulos, y el escritor está vendiendo su sangre, que es la tinta, su tinta que es la sangre. Esa dialéctica existe. Además de cobrar por mi intervención, porque ningún escritor antes había percibido un centavo desde que la feria existe, y pensar que estamos hablando de grandes figuras. Entonces, dejémonos de embromar: el dinero tiene una relación muy concreta con esto. Yo me acuerdo, por ejemplo, del viejo Alberto Breccia. Decía siempre que cuando se sentaba a dibujar, a crear, él era un artista. Pero cuando salía a la calle para ofrecer su obra, él se convertía en un fenicio.

40 relatos dentro de la compilación realizada por el propio autor.
40 relatos dentro de la compilación realizada por el propio autor.

- “Yo leo a Viñas para recordar quién soy y cómo entiendo la literatura de una manera crítica”, dijo usted. ¿Cómo recuerda la figura de Viñas en el actual contexto?

Saccomanno- Lo que planteaba Viñas es que la literatura no es gratuita. La literatura es una interpretación de la realidad. Y esto se ve claramente en un texto fundante de él, que es Literatura argentina y realidad política. Yo últimamente estuve releyendo dos textos de él. Viñas forma parte de una generación… a ver, yo creo que soy de alguna manera generación bisagra entre lo que fueron Soriano, (Antonio) Dal Masetto, (Miguel) Briante… yo estoy ahí en el medio. Yo no le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al deterioro, a los malestares que te empiezan a aquejar después de los cincuenta y pico, sesenta. Especialmente cuando uno ha tenido una vida agitada. 

¿Cómo fue el proceso de selección y cómo siente usted que han envejecido -o no- los textos? 

Saccomanno- Yo traté de elegir aquellos cuentos que me parecían más logrados, que no habían envejecido, que podían leerse todavía y que transmitieran algo hoy. Para mí la buena literatura es la que te gusta, la que te ayuda a distraerte un poco, pero por otro lado, la que te deja algo. Yo sigo pensando, aunque el término esté desacreditado, en el mensaje. Todo libro te deja algo. Roberto Arlt, por ejemplo, fue una figura incidental en mi vida. Creo que algo me pasó cuando yo tenía 14 años y leí por primera vez El juguete rabioso. Yo dije, bueno, ¿esto qué es? Esto es otra clase de literatura. Y es una literatura de clase también. No sólo en términos de contenido sino que formalmente es un gran escritor. Si tomás El juguete rabioso, la construcción de esos relatos que componen la vida de Silvio Astier son inolvidables. Si entrás en Arlt no salís más.

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