Las emisiones globales de metano volvieron a ser récord en 2021, eclipsando el establecido el año anterior, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus silgas en inglés), lo que demuestra el enorme desafío que enfrentan los formuladores de políticas que se han comprometido a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero sin que los datos muestren resultados.

El metano, el segundo más importante contribuyente al calentamiento global después del dióxido de carbono (CO2), es emitido en parte por la producción de petróleo y gas natural, en particular la perforación yacimientos de gas de esquisto. Pero también lo producen la ganadería y los vertederos, así como los humedales y las plantaciones de arroz, cuyos suelos encharcados, son ricos en microbios que producen metano de forma natural.

Desde el año pasado, alrededor de 100 países se han adherido a un compromiso global de metano, que tiene como objetivo reducir las emisiones en un 30 por ciento para fines de la década. Algunos grandes emisores, como Rusia y China, aún no lo han hecho ni dan señales de que lo harán.
“Nuestros datos muestran que las emisiones globales continúan moviéndose en la dirección equivocada a un ritmo acelerado”, dijo Rick Spinrad, administrador de la NOAA, en un comunicado. “La evidencia es consistente, alarmante e innegable”.

Recientemente, los expertos en clima y los diplomáticos han puesto más énfasis en el control de las emisiones de metano porque es relativamente fácil reducir las emisiones deteniendo el escape de metano de los pozos de petróleo y gas y las fugas de los oleoductos.

Las principales compañías multinacionales de petróleo y gas han emitido metano en la cuenca del Pérmico en Texas y Nuevo México. Y Rusia se encuentra entre los mayores emisores con gasoductos obsoletos que se extienden por aproximadamente 3000 kilómetros desde la remota península de Yamal en Rusia hasta los consumidores en Europa.

Más humano que natural

Durwood Zaelke, presidente del Instituto para la Gobernanza y el Desarrollo Sostenible, dijo que las concentraciones de metano en la atmósfera han seguido aumentando en los últimos años tanto por razones naturales como por causas humanas.
Por ejemplo, las fuertes lluvias del patrón climático de La Niña en las áreas tropicales durante los últimos dos años pueden haber determinado la liberación de grandes cantidades de metano de los humedales en toda esa región.

Pero los niveles de metano atmosférico promediaron 1896 partes por billón, un 162 % más que los niveles preindustriales, lo que señala claramente que las causas principales de los aumentos son las actividades humanas. Como referencia, en el mismo período, los niveles de CO2 han subido un 40% respecto a los niveles preindustriales. O sea, las concentraciones de metano crecieron cuatro veces más rápido que las de dióxido de carbono.

La NOAA además anunció que el dióxido de carbono también estaba aumentando a un ritmo constante y preocupante. El promedio mundial de dióxido de carbono en la superficie durante 2021 alcanzó las 414,7 partes por millón (ppm), un aumento de 2,66 ppm con respecto al promedio de 2020. La cifra marca el décimo año consecutivo en que el dióxido de carbono aumentó en más de 2 ppm, la tasa de aumento sostenida más rápida en los 63 años desde que comenzó el monitoreo.

“Los últimos aumentos en las concentraciones de metano refuerzan la importancia crítica de reducir las emisiones de metano causadas por los seres humanos si vamos a disminuir la tasa de aumento del calentamiento”, dijo Steven Hamburg, científico jefe del Environmental Defense Fund. “Hay acuerdo en la comunidad científica de que la mayoría de las emisiones de metano son causadas por la humanidad y representan más de una cuarta parte del calentamiento que estamos experimentando actualmente”.

Reducir las emisiones de metano representan la forma más significativa, veloz e incluso  económica de reducir el calentamiento a corto plazo. Reduce el costo de la mitigación climática y el costo de la adaptación, haciendo ganar tiempo para la reducción de otros gases de efecto invernadero. Sin embargo, no hay señales en el horizonte de que se aceleren ni las inversiones ni los consensos necesarios para lograrlo.