El debate sobre el uso de cultivos alimenticios para producir combustibles, biocombustibles como suelen denominarse, no es nuevo.

La insuficiencia de los cultivos mundiales para paliar el hambre genera el argumento de no desviar preciosos recursos para que autos, camiones y aviones sigan contaminando el planeta. A esto se agrega que el 25% de los gases de efecto invernadero del mundo provienen de la agricultura, con lo cual, seguir expandiendo la superficie de cultivos no hará más que agravar el problema.

Se contraargumenta que el CO2 producido por estas combustiones es “verde”, en la medida que volverá a ser fijado por los siguientes cultivos y de este modo, la huella de carbono de los motores disminuye a medida que aumenta el “corte”, la proporción de bio-alcohol o de bio-diésel, obligatoria en las naftas y el gasoil respectivamente. Estos cortes son hoy obligatorios en buena parte del mundo.

Pese al debate, la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés) pronosticó en su último panorama mundial que precisamente en 2023, dadas las previsiones de crecimiento en la capacidad instalada, los aceites vegetales superarían a la caña de azúcar como principal materia prima para biocombustibles.

Está pronosticado que en 2023 el biodiésel superará al alcohol de caña como principal biocombustible. Gráfica: IEA
Está pronosticado que en 2023 el biodiésel superará al alcohol de caña como principal biocombustible. Gráfica: IEA

Y en el panorama global, el mismo reporte preveía que el consumo mundial de biocombustiles se habrá duplicado para 2030.

La crisis de abastecimiento

Ya en diciembre del año pasado, antes de la calamitosa campaña en el verano argentino, diferentes sitios especializados advertían sobre perspectivas de faltantes en el suministro de aceites vegetales para la producción de biodiésel, al menos hasta 2027.

Advanced Biofuels USA  pronosticó que el consumo de aceite vegetal para la producción de biocombustibles aumentará en Estados Unidos un 46 % entre 2022 y 2027, elevando la proporción de aceite vegetal destinada a la creciente producción de biocombustibles desde el 17 % al 23 %. En diciembre del año pasado, ese aumento de la demanda ya impactó en una reducción de la exportación de aceite de soja e hizo subir los precios.

Aunque se utiliza todo tipo de deshechos para la producción de biocombustibles (desde el aceite de cocina usado a grasas y otros descartes domiciliarios e industriales), es imposible que representen un alivio, ya que las proporciones en que pueden reemplazar a los cultivos es mínima, redondeando en algunos casos apenas el 0,1% de la demanda.

Pero esta semana la agencia Bloomberg advirtió en un reporte que la situación tiende a agravarse porque “la guerra y el clima extremo están limitando los suministros de aceite vegetal. Una severa sequía ha devastado la producción en Argentina, el principal exportador de aceite de soja” a lo que suma la disminución de la producción de colza en Europa por las restricciones sobre el uso de pesticidas “mientras continúan las restricciones a las exportaciones de aceite de girasol desde Ucrania". 
O sea, un panorama en el que todas las oleaginosas, componentes esenciales del bio-diésel, presentarán dificultades.

En el mencionado artículo se cita las estimaciones de Thomas Mielke, director ejecutivo de Oil World, con sede en Hamburgo, pronosticando para la segunda mitad de este año una disminución en la producción mundial de aceite vegetal al tiempo que la demanda de aceites para la producción de combustibles “verdes” seguirá creciendo, impulsada por legislaciones que prevén un aumento progresivo y programado de los cortes. 
O sea, los biocombustibles podrían llevar al mercado mundial de aceites vegetales a un déficit en la segunda mitad del año.

En Córdoba y en Argentina

En Argentina, producto de la crisis del gasoil del año pasado, los cortes de biodiesel aumentaron de 5 a 7,5%, con un incremento especial hasta el 12,5% durante el pico del desabastecimiento. Desde entonces, los precios del gasoil superaron definitivamente a los de las naftas.

El gobierno de Córdoba entre tanto, en su afán por promover la agregación de valor a la producción agrícola cordobesa, anunció para el mismo período, la instalación de 20 nuevas plantas de biodiésel en la provincia y pidió que el corte del gasoil se llevase hasta un inédito 20%, cifra que no tiene antecedentes en los cortes establecidos en ningún otro país.

Lo cierto es que, aún cuando las tendencias pronostiquen mayores exportaciones de aceites y de biocombustibles, la producción total de aceites de Argentina ronda los 8 millones de toneladas anuales y el consumo total (consumo interno y alimentación humana) ronda los 3.5 millones de toneladas por lo que es difícil imaginar que, al menos en el mercado local, tengamos desabastecimiento de aceites comestibles.

En este aspecto, grandes excedentes exportables, el caso del aceite de soja puede considerarse análogo al de maíz. Y en este mercado, independientemente de los vaivenes exportadores, maíz nunca falta en Argentina. Desabastecimiento entonces, difícilmente ocurra. Pero el ejemplo del maíz advierte que los precios internos deberían sentir el impacto a la suba, algo complejo en el ya fatigado panorama inflacionario argentino.