"La cuarentena nos encontró comiendo un asado", dice Facundo, uno de los 8 integrantes del elenco estable de una residencia cordobesa a quienes les tocó atravesar juntos y encerrados durante gran parte del primer año de pandemia. Junto a Maxi, otro que perdura de aquel grupo, cuentan que en los primeros tiempos llegaron a ser 14, muchos de ellos extranjeros que habían quedado varados.

Como la mayoría, buscaron la forma de pasar el tiempo y sostener una convivencia obligada para la que no estaban preparados. La cocina colectiva fue una salida para achicar gastos y mantenerse entretenidos. Pero también hubo momentos de tensión, incertidumbre y de aislamiento: días de “cada uno en su habitación" según relatan. Y después, salir de nuevo y reinventar la tolerancia para seguir conviviendo sin roces. "Hicimos y cocinamos de todo". Y cuando la cocina no alcanzaba, hasta inventaron juegos de mesa para mantenerse activos.

Y como a muchos, también los alcanzó el Covid-19, lo que los obligó a extremar el aislamiento y reinventar la dinámica de esta especie de familia numerosa sin vínculos sanguíneos y en algunos caso, sin ningún interés en común.