Los terceros mandatos parecen sufrir de algún extraño conjuro. Generalmente –y por diversas circunstancias- tienden a convertirse en un camino de cornisa para los que lo ejercen.

El ejemplo en Córdoba salta a las claras: la tercera gestión de Eduardo Angeloz.

Desde luego que no queremos decir que esto pasará con el tercer mandato de Juan Schiaretti, ni mucho menos. Sólo indicamos que este nuevo período de gobierno atraviesa su primer tramo con una formidable carga de obstáculos impensados, o que no se esperaban en el cortísimo plazo.

La pandemia confundió a todo el gobierno provincial, que esperaba transitar este otoño por una pradera. Todo se aceleró y los problemas crecieron y se convirtieron en un muro difícil de sortear.

Está claro que los inconvenientes económicos y financieros de la provincia no son nuevos. Obviamente florecieron antes de la irrupción de la crisis sanitaria mundial. Peró sí hay que decir que el Covid 19 profundizó el tembladeral económico y financiero.

La reforma del sistema previsional fue producto de la presión de la Casa Rosada por un lado, y también por un intento de salida ideado por la propia gestión provincial. Schiaretti ordenó la sanción de la ley a las apuradas y hasta ahora la sacó barata.

La reforma parece tener dos padres, además de la decisión final del jefe del Ejecutivo provincial. Uno es el ministro de Finanzas, Osvaldo Giordano, y otro algún funcionario con despacho en el Poder Judicial, que antiguamente ocupó algún ministerio.

El confinamiento impidió las siempre revoltosas manifestaciones gremiales y la furia de la clase media.

La pandemia tiene a la sociedad con la mirada en otro lado y Schiaretti es consciente de eso. Los costos que está pagando son leves.

Después vendrá otra tenida dura: la renegociación de la deuda, por la cual Córdoba queda postrada ante el presidente Alberto Fernández.

De todos modos, ante una oposición apichonada y falta de ideas, el principal conflicto político es interno. Los albertistas y kirchneristas quieren sacar tajada, sobre todo mirando a 2023, cuando se elija nuevamente gobernador.

Con Carlos Caserio y Martín Gil como líderes, quieren ir por todo. En el medio, celos, viejos rencores, desconfianzas cruzadas y mucho malestar.

Por lo pronto, los anotados para liderar la fórmula justicialista crecen día a día: el intendente de Capital, Martín Llaryora; el senador Caserio; el secretario de Obras Públicas de la Nación, Gil; el ministro de Gobierno, Facundo Torres y el vicegobernador Manuel Calvo, entre otros.

Pero todo esto tiene una novedad: la diputada nacional y esposa del gobernador, Alejandra Vigo.

La dirigente está trabajando con dinamismo con un objetivo, como es el de ser candidata a vicegobernadora.

Es decir que el matrimonio que hoy está en el centro del poder quiere, al menos, que Vigo sea la número 2 de la fórmula peronista.

¿Tendrá capacidad de negociación y poder para digitar el mandatario? ¿O el conocido síndrome del “pato rengo” se adelantará y cambiará la escenografía?

Se vienen tiempos interesantes en la política vernácula.