Después de un largo tironeo y de idas y vueltas interminables, el transporte urbano de pasajeros volvió a la ciudad de Córdoba, aunque de forma parcial. Fueron largos días en los que los pasajeros fueron sometidos a un situación más que desagradable y en la que los funcionarios se acusaban entre ellos pero la solución jamás apareció.

Los usuarios del sistema se quedaron a pie durante 29 días y tuvieron que apelar a ingeniosas alternativas para cumplir con sus obligaciones.

Las empresas Ersa y Tamse se pusieron en marcha, pero Coniferal no. Los choferes de ésta última continuaron con la medida de fuerza porque no les habían depositado sus salarios.

El viernes, bien temprano, alguien hizo una trampita que sólo aportó confusión a la gente, que una vez más tuvo que meter la mano en su bolsillo para afrontar esta insólita situación. Muchos gastaron lo que no tienen en estas cuatro semanas para movilizarse, aunque las autoridades no se dieron por aludidas.

El empresario Gustavo Mira, titular de Coniferal, aseguró en algunos medios de comunicación que los choferes de su firma no habían vuelto a trabajar, pero contó que pronto los conductores de las restantes transportadoras abandonarían los colectivos para volver a la medida de fuerza “por solidaridad”.

La afirmación sorprendió pero a los pocos minutos ese supuesto paro solidario no se produjo, tal cual se verificó con el paso de las horas.

¿Un error grosero, una picardía ordinaria o un acto mala fe?

Sobre que la gente no tiene problemas, intentar generar confusión con mentiras sólo provoca un aumento de malestar que sinceramente no tiene sentido.

Esta inédita medida de fuerza tuvo dos claros ganadores: el gobernador Juan Schiaretti y el intendente de la ciudad de Córdoba, Martín Llaryora, quienes en plena pandemia, no se hicieron cargo de la falta de transporte.

Sin decirlo, parecen haber dicho: “Es problema de ustedes”. Como los colectivos son un potencial foco de infecciosos, aprovechar la huelga para evitar que circulen resultó una buena idea. De paso, no desembolsaron los fondos que tenían que hacer frente por la demora de envío de fondos por parte de la Nación.

Las arcas vacías de los Estados provincial y municipal son una realidad que pega fuerte y quién paga los platos rotos es el vecino… Ya vendrán otros tiempos, en los que la promesa de mejoras de la calidad de vida formen parte de pomposos enunciados.

Sin embargo, a la hora de los bifes, los que profetizan que harán de la provincia y de la ciudad un sitio saludable, siempre miran para otro lado.