Configurar nuevas masculinidades constituye una imposición ineludible de nuestro tiempo.

La campaña #YoMeOcupo es parte de la iniciativa Spotlight de la ONU y la Unión Europea y está orientada a eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas. “El nombre de la iniciativa —Spotlight, que significa “foco” en inglés— nos recuerda que, a menudo, esta violencia tiene lugar en la oscuridad, se niega o se oculta”, describen desde dichas instituciones.

Como parte de esta campaña esta semana publicaron (y se hizo viral) en redes sociales un video titulado “Los Ayudadores” en el cual se ven a cuatro varones, integrantes de parejas heterosexuales, sosteniendo la frecuente actitud de “me hubieras dicho y yo te ayudo”, la máscara detrás de la cual se oculta una realidad: para nosotros (varones) las tareas domésticas son responsabilidad de la mujer y nosotros (al menos los más predispuestos) a menudo “colaboramos”.

Ver el spot me disparó innumerables recuerdos de conversaciones entre varones en las cuales escuché frases del estilo: “no tengo idea cómo se maneja el lavarropas” que me producen sensaciones del tipo “¿de verdad?, ¿no te sentís un inútil?, ¿no te podés hacer cargo ni siquiera de tu ropa sucia?”. Pues bien, parece que no.

Desde la consultora Bridge The Gap recuerdan que en Argentina, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) remarca que, mientras que las mujeres dedican 6,4 horas diarias a las tareas del hogar, los varones sólo lo hacen 3,4 horas. A ello debe sumarse, el 84% de los hogares monoparentales que están a cargo de mujeres y es donde se refuerza aún más esta sobrecarga.

Concuerdo con Alberto cuando repite que una sociedad en la que uno gana y el otro (la otra) pierde no es una sociedad sino una estafa. Está claro que desde el humor la campaña #YoMeOcupo, nos interpela a los varones heterosexuales a abandonar esa tan típica y ventajera posición hipócritamente pasiva.

Es muy probable que en las próximas décadas esto cambie de manera orgánica si tomamos en cuenta los resultados de estudios científicos realizados sobre la llamada Generación Z, los nacidos entre 1996 y 2010. Tengo a mano una pequeña muestra en mis hijos (todos varones) nacidos en los 2000 y al verlos actuar (a ellos y sus amigos), confieso que inspiran cierto optimismo respecto a que una sociedad más equitativa, con las cargas y las ventajas mejor repartidas es una posibilidad concreta.

Los mayores ya no podemos poner cara de boludos. Seguir estafando a quien decimos amar. A quien no sepa cómo, le recomendaría humildemente mirar a sus hijos y aprender sobre la nueva masculinidad, pero claro, hace falta ser muy macho.