La cosa está en los detalles: un minuto y medio antes de que Marcos Ferrer y Oscar Agost Carreño hicieran su primer ingreso a la sala de prensa del búnker de Juntos por el Cambio, los grandes televisores del espacio mostraban un tuit de Juan Manuel Cid, uno de los principales armadores de la lista peronista, que rezaba lo siguiente: "GANAMOS CÓRDOBA!!! Ganamos por más de diez puntos! Muchas gracias a todos los cordobeses por participar!". 

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El tono del intendente radical de Río Tercero y la cara del armador del PRO parecían certificar el mensaje de la contraparte cuando anunciaban problemas de transmisión de datos en algunas mesas.

La numerología de Cid fue exagerada y el optimismo de Ferrer equivocado: la noche iba a traer sorpresitas.

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Un rato de alegría

Hubo un paréntesis anímico en el amplio espacio contiguo a la sala de prensa: el bar del Quality estalló cuando los canales de televisión mostraron los primeros resultados, que daban a Juez varios puntos por encima de Martín Llaryora. Se gritó como un gol y arrancaron los cánticos: "¡Olé, olé, olééééé, Luis Juez, Luis Juez!".

El jefe del improvisado paravalancha cambiemita que pedía darle alegría, alegría a los corazones amarillos no era otro que Marcelo Cossar, actual legislador y exviceintendente de Córdoba en épocas en las que Juez era mala palabra en el Palacio 6 de Julio.

En las mesas cercanas también festejaban Soher El Sukaria, los Negri -Mario y Juan-, Pedro Dellarossa, Brenda Austin, Sebastián García Díaz y dirigentes varios.

La algarabía se fue aplacando a medida que los graph televisivos mostraban que el candidato peronista, si bien corría de atrás, corría más rápido.

Patricia Bullrich llegó al Quality en busca de su cosecha para la elección nacional y logró una silenciosa centralidad: se metió al salón reservado para dirigentes en medio de un gran revuelo y casi sin pronunciar palabra para no primerear al candidato principal.

Los datos de las más de 500 mesas testigo de Juntos por el Cambio iban a estar alrededor de las 20, según adelantó Ferrer. Casi con una hora de demora, el propio riotercerense salió a anunciar que Luis Juez tenía una diferencia “favorable y sostenida” de un punto y medio.

Eran cerca de las 21 y aparecieron dos definiciones cambiemitas. “Fue una elección muy reñida”, fue la primera. “No tengo dudas de que se viene el cambio en Córdoba”, fue la segunda. Solo la primera de ellas era cierta. La troupe de periodistas experimentados denunciaba con el gesto que la noche iba a ser larga. Juez no aparecía y en el aire se respiraba algo de olor a 2007.

Mientras tanto, el escenario mayor del Quality mostraba un paisaje sórdido a pesar del ruido: lo único que puede superar a una fiesta colmada de bailarines pero sin música es una fiesta con música pero sin bailarines. El cuarteto sonaba a toda máquina, la pantalla destellaba con la frase de campaña -"Es la hora de Juez"-, pero la pista mostraba un vacío elocuente. La gente entró lentamente pero no logró revertir la sensación. Ni bombos ni banderas. Ni gorros ni banderas ni vinchas.

El cómputo del último tramo de las mesas se hacía esperar y la diferencia todavía era exigua. Juez, adelantaba un candidato a legislador departamental que todavía batallaba su banca, no iba a hablar hasta que no se computara el 100%. “De acá no se mueve nadie”, anunció el segundo en la fórmula, Marcos Carasso. Las bandejas tuvieron que renovar el catering.

Si 16 años después, te vuelvo a encontrar…

Cuando los relojes ya marcaban más de la una de la mañana y se prodigaban en bostezos los sobrevivientes, Luis Juez salió por fin al escenario. Lo flanqueaban Patricia Bullrich, Rodrigo de Loredo y la plana mayor de la sede Córdoba de JxC. “Hicimos una elección descomunal”, dejó caer, lejos del histrionismo que es su sello.

Antes de este domingo furioso, había sentenciado que la primera se la robaron, la segunda la perdió y que ahora le tocaba ganar, como si su obstinación le asignara el próximo número en el turnero de la gobernación. Pero no.

“Schiaretti entró por la claraboya del baño. Tenía la oportunidad de irse por la puerta grande y se va a ir de nuevo por la claraboya del baño”. La frase remite a aquel día en que las escalinatas del Correo lo vieron gritar que abran las urnas. Ahora, en un tono de total solemnidad, mandó la definición del partido al escrutinio final. Sabe que esta derrota -la tercera suya-, que aun si se confirma será brevísima desde lo numérico, lo deja con margen para una nueva resurrección.

“Pasaron 16 años. Pensamos que esta campaña podía terminar de otra manera”, dijo, se perfumó de 2007 y se fue.