¿En serio ahora los cordobeses tenemos que estar felices porque Córdoba zafó del default? ¿Acaso debemos estar orgullosos porque se arregló parte de esa deuda de casi 3.000 millones de dólares que cuelga como espada de Damócles sobre el pescuezo de las generaciones venideras? Personalmente, como oposición y como ciudadano, lo considero una vergüenza (una que se hizo posible, solamente, por la acumulación faraónica de poder que todos atestiguamos).  

Quienes este año cumplen la mayoría de edad, nunca conocieron otra forma política que la de un gobierno que aprovechó vacíos legales para burlar la verdadera alternancia (uno de los pilares de la democracia) y empujó al colapso financiero e institucional a una de las provincias más ricas del país. El mero hecho de intentar evadir culpas por esta situación, representa un insulto a la inteligencia de los cordobeses. 

Es necesario que esos jóvenes sepan que nuestra grandiosa Córdoba, motor agrícola y turístico, polo industrial automotriz, productor de servicios, tierra de innovación y coraje emprendedor, fue un lugar mucho mejor para vivir y desarrollarse. Las cosas no eran perfectas; nunca lo fueron. Sin embargo, en esa época, nunca se hubiera pensado en que necesitaríamos cuatro generaciones para pagar las deudas, como es la realidad irrefutable de Unión por Córdoba, Hacemos por Córdoba, o cualquier otro nombre con el que finjan ser distintos a lo que siempre han sido. 

Ningún poder del Estado puede quedar sin corromperse después de veintiún años de control presupuestario férreo. Solo por citar una de las  degeneraciones institucionales, durante ese periodo se nombró a la mayoría de los funcionarios del poder judicial actuales. En esas décadas vimos, entre otras cosas, el aumento espiralado de los impuestos hasta convertir a Córdoba en la más cara del país, mientras invirtieron toneladas de dinero en publicidad partidaria y en “atar con alambre”, cuando las reformas que se necesitan precisan de valentía, de una reingeniería gubernamental y medidas impopulares que implican más eficiencia y eficacia, con menos empleados públicos y con más disciplina fiscal, entre otras cosas. 

Si hablamos de nombramientos, en sus 21 años, este gobierno aumentó la planta de empleados públicos de 72.500 a 127.500. Incluso durante la pandemia, cuando sabían que estaban por reventar financieramente (después de haber viajado por China, Kuwait, Emiratos Árabes, España, a la sede del Banco Mundial entre otros lugares pidiendo créditos a tasas altísimas que pagaremos crónicamente), ampliaron la planta de empleados un 3%, fiel a su estilo irresponsable y demagógico. Mientras, la deuda de los cordobeses crece aproximadamente en $2600 millones por cada peso en que aumente el tipo de cambio. ¿Será por el ahogo financiero producto de esta administración crónicamente deficiente, que sus diputados (quienes actúan como representantes del gobernador y no de los cordobeses) votan sin chistar las leyes agraviantes de este kirchnerismo que tanto criticaban? 

Al parecer, para ellos, el plan siempre será ganar elecciones a cualquier precio. Acá está la grieta verdadera: no todo vale para ganar elecciones. Empeñar la provincia para quedarse en el poder no es una opción decente. Conclusión: hoy estamos en el triste podio de las provincias con más crecimiento de la indigencia; somos la sexta con mayor pobreza crónica, esa pobreza de la cual se necesita más de una vida para salir de ella, (y en lo posible nacer en otro lado), entre otras condiciones, de acuerdo a lo que muestran los datos del CIPPEC. 

Según el Indec, en el Gran Córdoba, 152.755 hogares, donde viven 635.174 personas, no llegan a cubrir la canasta básica total (CBT). Y para concluir el panorama devastador, lograron una indigencia de 8,1% por ciento: 127 mil cordobeses no pueden comprar la comida que necesitan, distribuidos en 30.209 hogares. 

No hay faro ni puente ni obra alguna a la que puedan subirse para esconderse de este fracaso. En vez de alegrarnos por el grandísimo logro veinteañal de "evitar el default", debemos exigirle al gobierno que pida perdón. Y que nos expliquen para qué querían el poder.