El escenario político nacional definitivamente está signado por la pandemia y las vacunas. Mientras la oposición se esfuerza por quitar precio a la campaña de vacunación y tratar de generar otros temas para el debate, el oficialismo avanza en el frente sanitario, sabiendo que se trata de una carrera contra reloj porque mientras más gente resulte vacunada, mayores chances tendrá de cara a las elecciones de fin de año.

Juntos por el Cambio continua con su interna espasmódica, que llevó a Larreta a tomar la decisión equivocada de imponer la educación presencial como cuestión de vida o muerte, cometiendo un grave error político que lo llevó, 10 días después, a mendigar la vuelta a las reuniones conjuntas con Fernández y Kicillof, que antes le habían dado buen rédito político. Ahora debe volver sobre sus pasos pagando el costo político, lo mismo que le ocurrió con el intento de vender Costa Salguero. Parece que al igual que Bullrich, no mide las consecuencias de sus actos y ambos actúan espasmodicamente. Bullrich arremetió contra las vacunas, acusando al gobierno de no haber arreglado con Pfizer, incluso ofreció las Malvinas como garantía. Un disparate, el cual después, trató de minimizar. No calibran sus dichos, ni evalúan sus errores, máxime cuando ya se saben las condiciones inaceptables que puso Pfizer, comprometiendo la soberanía de muchos países, no sólo de la Argentina. 

La oposición no se da cuenta de la fragilidad de sus posiciones y persiste con la misma estrategia desde el primer día. Lanzan mentiras, las tratan de consolidar con sus medios, consiguen algunos fallos provisorios con sus jueces amigos, y luego convocan a marchas,  cada vez más desgastadas, contra las medidas de cuidados sanitarios que propone el gobierno. 

Mientras tanto Fernández avanza con el plan de vacunación y los argentinos vemos como, semana a semana, llegan nuevos cargamentos desde diferentes partes del mundo y en vacunatorios impecables,  sigue vacunando cada día a más personas. La realidad nuevamente mata al relato y una a una caen todas las mentiras.

En la Córdoba de los últimos años la política está un paso atrás y se tardan las adaptaciones a los cambios. Pasa con las medidas de prevención sanitaria, y pasa también con las reacciones políticas. Macri tiene aquí un bastión importante y cada vez que necesita relanzarse nos visita, juega al golf, reúne su tropa amarilla y los alienta a recuperar su gobierno con los mismos postulados. A los pocos días el radicalismo se encolumna obediente y buscan nueva proyección. Siempre hacen lo mismo, pero lo que no advierten, es el desfasaje en el tiempo en relación a Buenos Aires y allá, Larreta ya se sentó en la mesa con Fernández, porque es el único espacio en el que logró crecer políticamente.