Recuerdo dos anécdotas muy profundas. Una de ellas, era muy tarde cerca de las dos de la mañana, yo venía en mi automóvil rumbo a mi casa por Humberto Primo. Miro y pienso: “Qué no es Ramón ese que esta ahí?”. Era él. Estaba inspeccionando la obra de instalación de postes de los troles. Sacó del baúl del auto un palo que media un metro y medio más o menos. Grande fue mi sorpresa cuando lo vi acercarse con ese palo.  La obra tenía como exigencia que todos los pozos para la instalación de los postes debían tener un metro veinte. Mestre había salido a certificar pozo por pozo. Era incansable. 

Otra anécdota: Cuando era gobernador de Córdoba, viajó al departamento Rio Cuarto con una comitiva para ver las obras que se estaban haciendo, fue una maratón de recorrido por todas las localidades desde la mañana hasta la noche. Eran cerca de las cuatro de la madrugada cuando lo dejaron en su casa se despidió y les dijo a todos: “Los espero a las ocho, en el despacho de casa de Gobierno para poner en ejecución inmediatamente de toda la información que habían recabado sobre Rio Cuarto”

A las 8 de la mañana de ese mismo día, es decir cuatro horas después, estaban en su despacho.  Ramón Bautista Mestre conocía toda la provincia y toda la municipalidad de punta a punta, un ferviente trabajador que dejo su vida por la función público, y por los más necesitados. Entendía en todos los temas y podía discutir en materia de salud educación, obra pública, etc. Cuando asumió la intendencia de Córdoba en diciembre de 1983 se propuso hacer todas las escuelas municipales antes de comenzar el año lectivo siguiente. Cuando llegó marzo, las escuelas estaban terminadas. 

Ese era Mestre. Obras no palabras.