Corrían los primeros años de la década 1970 cuando la historia de la familia Pérez, en Río Ceballos, cambió para siempre. En momentos en que se proyectaba la construcción del Dique La Quebrada, les advirtieron que debían expropiar la vivienda porque todo el terreno y la edificación quedarían bajo agua. Esto se terminó concretó y la casa, en 1976, quedó totalmente sumergida en el lago.

Del Instagram de bernardomonis

Esta es una historia poco conocida en Córdoba, aunque si uno se dirige por Costanera Sur del dique hasta el final del camino llegará a Pozo Verde, un lugar que guarda los testimonios de aquel pasado

La cisterna que queda parcialmente en pie, abastecía de agua antes de la existencia del dique y el lago. Foto: Bernardo Monis
La cisterna que queda parcialmente en pie, abastecía de agua antes de la existencia del dique y el lago. Foto: Bernardo Monis

Primero, porque allí estaba la casa, reducida ahora a unos pocos escombros y ruinas, que reaparecen cuando baja el nivel del lago. Pero además, los descendientes de esa histórica familia de Río Ceballos siguen habitando el lugar, a apenas 300 metros de la otra casa, y viven actualmente del turismo que llega a esa zona.

En 2023, esta tradicional familia cumple 100 años habitando el lugar, los que cumpliría aquella casa que quedó bajo agua, en el fondo del Dique La Quebrada.

VER: La ruinas de una casa al fondo del lago: la historia no contada del Dique la Quebrada

Vecinos históricos que siguen habitando el lugar: el recuerdo en primera persona

Fue el matrimonio de Eduardo Pérez y su esposa María Angélica Martín, inmigrantes europeos y vecinos de Villa Allende, quienes empezaron la historia en ese lugar, en el año 1923. Eligieron este sitio y de a poco empezaron a explotar turismo. A una modesta casa le fueron agregando una parrillada y hasta alguna habitación que se ofrecía para hospedaje. La cría de animales, el atractivo del lugar y una parrillada para los visitantes, hicieron que esta casa sea muy conocida por los visitantes.

El día que María del Carmen se comprometió, lo hizo en la casa de sus padres, la edificación que luego quedaría bajo agua. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.
El día que María del Carmen se comprometió, lo hizo en la casa de sus padres, la edificación que luego quedaría bajo agua. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.

Así reconstruye esta historia Silvia Viviana Pérez Gómez, nieta de aquel matrimonio. Vivió sus primeros siete años de vida en esa casa familiar, hasta que debieron abandonarla.

“Mi abuela vino en el año 1923, tenía 23 años, y vino a vivir con su marido, mi abuelo y luego vino mi madre, María del Carmen, que es la primogénita de la familia y nació en 1946; desde antes que se hiciera el dique ellos residían en este lugar”, relata Silvia. “Mi abuelo era albañil y la conoció a mi abuela que vivía en Villa Allende, y se casaron muy jóvenes”, cuenta y señala que en la casa vivieron el matrimonio y sus hijos, la mamá de Silvia y su tío. Luego vinieron los nietos.

“Vivían aquí con todo lo que significaba vivir en un lugar agreste, porque no había luz eléctrica ni otro servicio, solo había agua al alcance”, explica Silvia. Y, recuerda que históricamente son los únicos que habitaron en ese sector, ubicado al sudoeste del lago, donde ingresa el río Los Hornillos.

Silvia en su casa, la que construyeron cuando abandonar el hogar de sus abuelos. Foto: Bernardo Monis
Silvia en su casa, la que construyeron cuando abandonar el hogar de sus abuelos. Foto: Bernardo Monis

Pozo Verde, un sitio turístico y el pasado de una parrillada al lado del río 

Silvia cuenta que, con mucho esfuerzo, sus abuelos fueron haciendo esta casa, hasta que terminaron ofreciendo un lugar para el turismo, que llevó el mismo nombre que ese lugar emblemático de las sierras: “Pozo Verde”.

“Fue primero una casa pequeña, humilde, que mi abuelo construyó todo con los materiales del lugar, con piedra y paja, y luego trajo ladrillos y materiales y la casa fue creciendo”, cuenta Silvia al señalar que su abuelo “tenía cabras y vacas, y ofrecía el servicio completo, había servicio de parrilla” y “los postres los hacía mi abuela”, recuerda.

Eduardo tenía una parrillada, pero también hacía el pan. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.
Eduardo tenía una parrillada, pero también hacía el pan. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.

“Mis abuelos tenían muchos conocidos y amigos, en la parrillada se comían asados y se disfrutaba del río”, cuenta Silvia. Y, asegura que hasta el día de hoy hay visitantes que relatan sus experiencias de haber visitado la casa de sus abuelos, su casa, pero además de haber comido en la parrillada o hasta pernoctado en el lugar. Es que, además, contaban con alguna habitación que tornaba al lugar en una pequeña posada, para los conocidos.

Entre sus habilidades, María del Carmen tejía en telar. Aquí en la galería en el lugar donde funcionaba la parrillada de sus padres, con una publicidad de la gaseosa Crush de fondo. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.
Entre sus habilidades, María del Carmen tejía en telar. Aquí en la galería en el lugar donde funcionaba la parrillada de sus padres, con una publicidad de la gaseosa Crush de fondo. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.

Sin embargo, todo ese espacio y esa historia sufrió aquel hito antes señalado, cuando fue inminente la construcción del dique.

"Un día vinieron y nos dijeron que la casa quedaría sumergida para siempre"

Silvia no oculta una mezcla de sentimientos, nostalgia y tristeza de aquel acontecimiento. “Vinieron con el proyecto de que iban a hacer este dique y con tiempo nos avisaron que teníamos que irnos del lugar porque iban a comenzar con la construcción”, recordó. 

“Debimos irnos, es que la casa quedaría sumergida para siempre", admite y recuerda que el terreno fue expropiado y debieron abandonarlo.

Esto fue duro para la familia y a ella la marcó, pues cursó allí su infancia. “Yo nací en este espacio y viví en esa casa hasta los 7 años, cuando empecé la escolaridad, acá vivíamos mis abuelos, mi madre, mi tío mi hermano y yo”, recuerda y expresa los sentimientos de aquellos años: 

“Fue muy impactante quedarnos sin hogar después de lo que mis abuelos se sacrificaron para estar ahí, fue muy triste la noticia”.

Una pintura muestra la casa, como era al momento de quedar bajo el agua y de convertirse en atractivo nacional. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.
Una pintura muestra la casa, como era al momento de quedar bajo el agua y de convertirse en atractivo nacional. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.

La construcción del dique y a medida que el mismo se fue llenando, fue cubriendo totalmente la construcción y convirtió a este espacio en un nuevo atractivo. Buzos y curiosos llegaron y la recorrieron bajo agua como una verdadera novedad del lugar.

“Cuando fue subiendo el dique, se fue tapando toda esa construcción y quedó por muchos años. Por eso, venía gente y buzos a visitarla y pasaban por el lugar y era un espectáculo para los visitantes, porque entrababa la luz del sol y se veía como salía por las ventanas”, recuerda Silvia.

De todos modos, con el paso del tiempo, las autoridades decidieron destruirla, por razones de seguridad y frente a algunos accidentes que se produjeron entre quienes entraban a este espacio bajo el agua.

Silvia prosigue con el recuerdo y asegura que en la familia “hay una negación de principio, fue una tremenda congoja, yo era una niña y lo recuerdo”. Sin embargo, afirma que la familia se puso de pie y siguió apostando por el lugar, por lo que edificaron otra casa a trescientos metros de ese lugar, donde hoy vive.

Foto familiar tomada en el patio de la vivienda. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.
Foto familiar tomada en el patio de la vivienda. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.

En la zona todos conocen a “los Pérez” y son referencia obligada de este lugar, Pozo Verde.

La casa, sus ruinas y el recuerdo de una infancia feliz

Ahora, aunque poco queda de aquella vivienda en la que transitó sus primeros siete años de vida, Silvia guarda un excelente recuerdo de su infancia. 

Silvia cierra sus ojos y rememora: “Era el rancho, había uno de esos molinetes que daba vuelta, con eso teníamos agua en la casa, el sauce que caía sobre el agua, los patos, los peces y el paraíso mismo, en el medio de la nada”. Silvia afirma que tuvo una infancia feliz en ese lugar.

El entorno actual, donde estaba la casa y donde se encuentran algunas señales de aquella historia (Este sector se cumbre de agua cuando crece el lago). Foto: Bernardo Monis
El entorno actual, donde estaba la casa y donde se encuentran algunas señales de aquella historia (Este sector se cumbre de agua cuando crece el lago). Foto: Bernardo Monis

“En las tardes nos íbamos caminando por la orilla del río, que seguía el mismo curso que ahora está en el fondo del lago, y serpenteaba la parte baja de la montaña y en el medio de lo que es el dique pasaba el camino que traía a este lugar”, recuerda.

Incluso, en una zona más cercana al lugar donde hoy está el dique, recuerda que “llegaban en carreta o en sulky”. “Me acuerdo que más abajo había un señor con un sulky que sacaba fotos turísticas y se ganaba la vida así, también con el turismo”, expresó.

Este era un medio de transporte tradicional usado por la familia y también un atractivo turístico. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.
Este era un medio de transporte tradicional usado por la familia y también un atractivo turístico. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.

Por eso, con un duelo de años que probablemente no esté del todo cerrado, Silvia tiene la fortaleza para contar a cada uno de los que visitamos el lugar esta historia.

Los restos de la casa de la infancia están allí, entre sedimentos que el agua trae, con muy poco de la edificación en pie, apenas un tanque cisterna que llama la atención en el lugar, pero con muchos restos, escombros, pedazos de losa y mampostería que aparecen desde el suelo y solo se pueden ver cuando el lago baja su nivel en épocas de poca lluvia.

Es así que a pocos metros de donde vive se guarda la historia de su familia y de su infancia. Incluso, con testimonios que cada tanto reaparecen desde el fondo del lago. “Yo caminando por el río me encontré latas antiguas, partes de la casa y varias cosas que eran de la casa dice al emocionarse y recordar su pasado”, concluyó.

Una lata que Silvia conserva entre los recuerdos que la conectan con el pasado. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.
Una lata que Silvia conserva entre los recuerdos que la conectan con el pasado. Imagen aportada por la familia Pérez a Bernardo Monis.

Hoy la histórica familia sigue dando la bienvenida a Pozo Verde

Silvia y su madre siguen habitando el lugar, en un espacio que sigue recibiendo al turismo. Cuentan con asadores, mesas, baños y una proveeduría. Y es la “puerta de ingreso” habitual para quienes hacen la caminata hasta la cascada Los Hornillos. 

Pozo Verde, con este espacio, todo su atractivo natural y esta rica historia, está en el extremo sudoeste del lago, ingresando por la Costanera Sur, a la que se llega cruzando por arriba del paredón y doblando a la izquierda, para bordear el dique e insertarse en uno de los rincones de la Reserva La Quebrada. Es un acceso ágil y en excelentes condiciones para llegar en auto.

Carteles indicativos en la zona del Dique La Quebrada. Foto: Bernardo Monis
Carteles indicativos en la zona del Dique La Quebrada. Foto: Bernardo Monis

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Las fotos actuales fueron tomadas aprovechando la bajante del lago. En tiempos de cotas óptimas, este lugar queda totalmente cubierto de agua.