Por primera vez en Argentina, acaba de publicarse un estudio sobre los impactos en la salud que podría tener la existencia de una destilería de bioetanol sobre la salud de las poblaciones que vivan en sus inmediaciones.

La publicación fue realizada en la revista Journal of Biosciences and Medicines sobre la base del caso de la planta de etanol de grano de maíz que la empresa Porta tiene a metros del Barrio San Antonio en nuestra ciudad. El estudio evalúa cuadros irritativos generales desde que comenzó a funcionar allí la destilería y otros posibles impactos sobre la salud del vecindario. 

A solicitud de la comunidad del barrio, un equipo de la Universidad Nacional de Córdoba evaluó la salud colectiva ambiental con un estudio trasversal de prevalencias para esas afecciones: el 53% de los vecinos mostró trastornos respiratorios, el 31% conjuntivitis, el 27% cefaleas, el 23% dermatitis y el 22% dispepsias. 

Todas las entrevistas fueron realizadas por profesionales médicos o estudiantes de último año de Medicina de la Universidad de Córdoba (UNC). La investigación se realizó de acuerdo con “el artículo 2 de la Ley Provincial N° 9694 de la Provincia de Córdoba que regula los estudios observacionales en salud humana”.
Se solicitó y registró un consentimiento previo informado para todas las entrevistas que alcanzaron al 65% del total de los pobladores según el último censo provincial, aunque el trabajo no describe cómo se estableció la muestra.

En un subgrupo de 435 pobladores, del que se excluyó a los consumidores de tabaco y alcohol (considerados factores de confusión), el 66% de la población tenía al menos uno de estos problemas, el 46% dos y 26% aunaba 3; el 63% de los niños tenía al menos uno, y resultaron los más afectados por dos o tres afecciones entre todos los grupos etarios.

Cuando se ahonda en los trastornos respiratorios, sufren asma (utilizan aerosoles broncodilatadores) el 17% (85 de las 508 personas encuestadas) pero el cuadro es más preocupante cuando se observa la situación de los menores, que constituyen el grupo de control epidemiológico global en esta afección: alcanza al 29% de los menores de 15 años y al 57% de niños de 6 y 7 años.

El trabajo no solo abordó afecciones respiratorias. El 14,8% de los recién nacidos en el período del estudio (4 nacimientos sobre un total de 27) nacieron con malformaciones; en el resto de la ciudad la tasa es de solo 1,7%. Aunque el reducido número de casos obliga a ser cautelosos con las conclusiones, sin duda, pone una llamada de atención sobre el problema.

En el caso del cáncer, el análisis de los antecedentes y relevamientos previos del barrio, lleva a los autores del trabajo a concluir que hay “un aumento reciente de estas patologías”, aunque son los propios investigadores quienes advierten que “dado el pequeño número de casos, son insuficientes para establecer una declaración sobre el particular”.

El estudio concluye que pudiera tratarse de un caso de “Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple (SSQM)” tal como lo describen los criterios del Consenso sobre SSQM de 1999. Una variedad de SSQM es el denominado “Síndrome del Edificio Enfermo” descrito en 1997 y reconocido por la OMS, en el que el fenómeno sintomático se expresa en personas que comparten un ambiente común, ya sea ocupacional o domiciliario. Ese sería el cuadro que mejor describe la situación de los pobladores de Barrio San Antonio, en este caso conformando lo que los autores denominan un “Síndrome del Barrio Enfermo”.

La opinión de investigadores y profesionales

Todos los profesionales consultados, coincidieron en resaltar el esfuerzo que implica la realización de este tipo de trabajos, especialmente cuando las vías de financiamiento no están disponibles.

Algunos de los investigadores, que eligieron el anonimato, señalaron que quienes desarrollan este tipo de investigaciones son sometidos a todo tipo de presiones por parte de sectores políticos y económicos y que no resulta casual que investigaciones de este tipo no cuenten con más recursos para su desarrollo.

“Es muy difícil trabajar cuando los temas de investigación afectan intereses poderosos; en este caso sería el campo y la industria”. “Trabajando con cáncer y plaguicidas es terrible”. “No solamente la institución a la que se pertenece sino también los grupos económicos de una región ejercen un poder implícito y explícito sobre el trabajo de los investigadores” son algunas de las reflexiones que nos dejaron en off.

Consultado el Dr. Carlos Presman, Profesor Titular de Semiología del Hospital de Clínicas, afirmó que “es un trabajo observacional epidemiológico interesante como para marcar alertas sobre la presencia de este tipo de fábricas en lugares poblados” agregando que “ya hay mucho bibliografía y consenso de que no deben estar estas fábricas de alcohol en lugares con población cercana”.

El alcance del trabajo no permite sin embargo atribuir “la causa de todo el aumento de prevalencia de enfermedades a la fábrica” porque esto exige “trabajos longitudinales que llevan años y exigen mucha prolijidad y rigurosidad”. Más complejo aún en el caso del cáncer “porque la causalidad en oncología es sofisticada y compleja para establecerse”.
El Dr. Presman concluyó que “la publicación marca un alerta epidemiológico: no debe haber una fábrica de etanol en un pueblo”.

OPINIÓN: El Alcohol Porta, el alcohol malo

Así se ven la torres de la planta desde la casa de algunos vecinos. Imagen: A.Sabattini
Así se ven la torres de la planta desde la casa de algunos vecinos. Imagen: A.Sabattini

También opinó la Dra. María Pilar Díaz, en representación del Grupo de Epidemiologia Ambiental del Cáncer y otros Enfermedades Crónicas, INICSA-CONICET (GEACC).

Lo primero que resalta la Dra. Díaz es el gran esfuerzo que requieren estos trabajos de campo, aunque señala que debió haberse puesto mucho más énfasis en el rigor del diseño epidemiológico para darle validez y confiabilidad al análisis posterior.

En particular señala que, atento a la significación de la distribución geográfica, debieron planificarse y emplearse algunas “de las técnicas o herramientas estadísticas ya construidas y utilizadas para analizar situaciones en que quieren comprenderse las posibles implicancias de la localización geográfica de los eventos de salud con condiciones ambientales”.

Por otra parte, Díaz consideró que hubiese sido muy importante “profundizarse en la indagación de las historias de los 4 casos de malformaciones detectadas, porque, siendo una cantidad tan pequeña, resultaba importante descartar factores que pudieran ser causales de malformación (historia previa de salud de la madre, hábitos de vida, edad, etc.), antes de atribuir enteramente el problema a la vecindad de la planta. La estrategia de modelación estadística, ajustando por esos posibles condicionantes, hubiese aportado elementos objetivos para la realización de inferencias.

Al mismo tiempo, agregó que “los datos sobre la presencia de asma en menores, son realmente preocupantes”, aunque nuevamente las falencias en el análisis de la distribución espacial, sin una estrategia de ajuste de otros posibles condicionantes, limitan el alcance de las conclusiones que pueden establecerse.

Díaz concluyó que “se puede tomar como un valioso estudio descriptivo, pero no sirve para hacer comparaciones con escenarios mayores o aseverar asociaciones”. Y por tanto, se requeriría profundizar y ampliar los estudios sobre el caso."

Un estudio exhaustivo, que permitiese valorar con más precisión relaciones causales exigiría además años de recolección de evidencia y esos años transcurrirían en desmedro de la salud de los vecinos.

Los antecedentes del caso

En 2012 Porta Hermanos anunció el inicio de las operaciones de su planta de Bioetanol de Maíz en la ciudad de Córdoba, más precisamente a la vera de la circunvalación, en medio de un barrio ya habitado, San Antonio, un asentamiento con más de 40 años de antigüedad.

Contra lo que señalan reiteradamente los productores de bioalcohol, no se trata de un combustible verde: un reciente trabajo desarrollado por las principales universidades del cordón maicero de Estados Unidos, refleja que el alcohol elaborado a partir de granos de maíz o de azúcar resulta hasta 24% más contaminante que los combustibles fósiles que reemplaza.

Lo que indudablemente está fuera de juicio es que se trata de una industria muy rentable (más en épocas de guerras petroleras) y que puede representar un significativo impulso a economías regionales y empleo local, como lo prueba el ejemplo de Estados Unidos.

Lo cierto es que lo que parece haberse pasado por alto es que ningún complejo productor de alcohol está metido en el corazón de un barrio: las plantas de Estados Unidos no están nunca a menos de 1500 metros de localidades vecinas.

Por eso, desde el mismo arranque de la planta en Barrio San Antonio comenzó un largo conflicto en el que la preocupación de los vecinos por los efectos contaminantes del complejo confronta con los intereses de la empresa, que nunca presentó un estudio de impacto ambiental  para la implantación de una planta de estas características en medio de un barrio, tal como lo exige la Ley Nacional 25675 desde 2002. 

Ya en 2014 una pericia solicitada por la fiscalía reflejaba presencia de formaldehído en al aire en concentraciones entre 100 y 1000 veces por encima de lo reglamentado.
Actualmente, la causa duerme en la Secretaría de Juicios Ambientales de la Corte Suprema, que no tiene plazo ni apuro por abordarla.

Llegó a esta instancia luego de haber recorrido innumerables dependencias municipales y provinciales, entre las que se encuentra Tribunales Federales que, en 2019, confirmaron que la empresa produce bioetanol sin habilitación y exigieron que presente el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) que debería haber emitido antes de comenzar a funcionar.

Las autoridades, en silencio

Para la elaboración de este artículo se solicitó opinión a funcionarios de la provincia y el municipio, en las áreas de salud y ambiente, acompañando el link al trabajo científico. Al cierre de esta publicación no habían dado ninguna respuesta sobre el tema.