Con la confirmación de los resultados por parte del Tribunal Superior Electoral, se abrió desde el lunes pasado un período de dos meses regulado por ley para iniciar la transición gubernamental.

El primer paso lo dio el equipo del Partido de los Trabajadores: referentes del PT expresaron a los medios de Brasil que ya tomaron contacto con el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo, para dar celeridad a los trámites y formalidades del pase de mando.

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Foto: Reuters/Diego Vara
Foto: Reuters/Diego Vara

El vendaval institucional comenzó hace minutos, cuando Jair Bolsonaro decidió omitir en su breve discurso cualquier referencia a los resultados de los comicios celebrados el pasado domingo. En concreto, Bolsonaro habló por primera vez, luego de mantener el silencio por 45 horas. En su intervención, por supuesto, no mencionó a Lula da Silva. 

En total, dos minutos duró la intervención con la que el presidente de Brasil dijo que “cumplirá con la Constitución”

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El presidente saliente se reivindicó como líder de la derecha y prefirió no referirse a la derrota, algo que en el actual contexto de violencia política y polarización (cortes de ruta, toma de calles por parte de bolsonaristas) puede tornarse explosivo. 

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Jair Bolsonaro antes de leer su breve discurso en el Palacio Alvorada, en Brasilia. Foto de Adriano Machado para Reuters.
Jair Bolsonaro antes de leer su breve discurso en el Palacio Alvorada, en Brasilia. Foto de Adriano Machado para Reuters.

Mientras algunos simpatizantes toman el espacio público y restringen la circulación, Bolsonaro declaró desde el Palacio de la Alvorada que “seguirá cumpliendo todos los mandatos de la constitución".

“Nuestra robusta representación en el Congreso representa nuestra valores: Dios, patria y familia”, dijo Bolsonaro.

En cuanto Bolsonaro abandonó el atril desde donde dio el breve discurso, el ministro de la Casa Civil, Ciro Nogueira, tomó la palabra para decir que el presidente le había autorizado a emprender la transición de poderes.

El Gobierno está obligado a suministrarle la información que requiera y a darle asistencia técnica a la gestión entrante. Según las normas, el presidente derrotado, Jair Bolsonaro, no puede oponerse formalmente a cooperar; lo que pocos dudan es que tratará de interferir en alguna medida con la intención de hacer de la transición un punto de conflicto.

Foto AFP.
Foto AFP.

Las transiciones brasileñas tienen reputación de ser ordenadas, y la diplomacia del país es una de las más valoradas del mundo. Desde el final del régimen militar en 1985, los presidentes se han pasado la posta sin grandes tensiones. 

En 2002, en el último año del mandato de Fernando Henrique Cardoso, se aprobó una ley para hacer del traspaso algo estrictamente regulado. El texto, vigente, detalla los pasos y los plazos del equipo de transición y sus relaciones con la Administración federal. 

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“El Gobierno de Cardoso era muy institucional y percibió la complejidad del proceso. Era una ley para volver las cosas más fáciles para el futuro”, afirmó el jurista Oscar Vilhena, director de la Escuela de Derecho de la Fundación Getulio Varga en São Paulo.

Lula da Silva eligió al vicepresidente electo Geraldo Alckmin para llevar a cabo la transición. Además, se formará una comisión de hasta 50 personas, que puede empezar a funcionar a partir del segundo día hábil desde las elecciones. Los integrantes son elegidos por el presidente electo y nombrados por el ministro de la Casa Civil de turno, que funge como una especie de primer ministro.

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Hay que recordar que la noche del escrutinio el presidente Bolsonaro estuvo en Palacio da Alvorada, en Brasilia, y no llamó a su adversario para reconocer el resultado. Esta es la primera vez en democracia que un presidente pierde su reelección. Bolsonaro había presumido de no haber sido vencido nunca en unos comicios en sus más de 30 años en política.

En este contexto, la lectura más difundida sobre la transición expresa que, como mucho, el presidente saliente podría dificultar el suministro de información, pero en ningún caso impedir la transición y la entrada plena del nuevo gobierno.

La presidenta del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffmann, señaló en una entrevista con Globo que se están organizando internamente. Según los medios brasileños, ya ha habido contactos entre Hoffmann y Nogueira, y entre el vicepresidente Hamilton Mourão y Alckmin, señal de que los principales funcionarios del Gobierno han decidido colaborar independientemente de la posición de Bolsonaro.