Comenzó ayer la CONFERENCIA SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO DE SHARM EL SHEIJ, la reunión número 27 de esta iniciativa de Naciones Unidas, por eso conocida como COP27.

La reunión tiene una fuerte repercusión internacional, pero en general es poco lo que sabemos de lo que allí se discute, de lo que puede resolverse y de cómo estas reuniones, para bien o para mal, definen el futuro de toda la humanidad.
Aquí una aproximación a las preguntas básicas de este foro mundial.

¿Qué es la COP27?

Hace ya tres décadas, los gobiernos del mundo se reúnen casi todos los años para forjar una respuesta global a la emergencia climática. Según la convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (CMNUCC) de 1992, todos los países están obligados por este tratado a "evitar un cambio climático peligroso" y encontrar formas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial de manera equitativa.

Las reuniones anuales han tenido climas muy diversos: algunas optimistas, otras soporíferas, pero siempre conflictivas. Hubo momentos de gran dramatismo y algún triunfo ocasional (por ejemplo los acuerdos de París en 2015). Este año es la reiteración número 27 y promete continuar el tono de la muy poco productiva cumbre del año pasado, COP26 en Glasgow.

¿Cuándo, dónde, quiénes?

La conferencia es organizada por el gobierno egipcio en Sharm el-Sheikh y se inauguraró ayer, 6 de noviembre. Durante hoy y mañana, los líderes mundiales asistirán para una serie de reuniones a puertas cerradas y establecerán las prioridades y líneas principales para que sus funcionarios desarrollen los acuerdos que están dispuestos a respaldar.

A partir de allí, las complejas negociaciones estarán a cargo de sus representantes, principalmente ministros de medio ambiente o directamente los cancilleres.

Las conversaciones están programadas para terminar a las 18:00 del viernes 18 de noviembre, pero la experiencia pasada de COPs muestra que es probable que se extiendan hasta el sábado y tal vez incluso hasta el domingo. De hecho, este año ni siquiera consiguieron arrancar según la agenda. COP27 comenzó con retraso porque los delegados discutieron hasta tarde el sábado por la noche y durante la mañana del domingo sobre detalles de lo que debería discutirse en la conferencia.

En el centro del desacuerdo estaba (y seguirá estando) la controvertida cuestión de pérdidas y daños, que se refiere a las devastadoras consecuencias del cambio climático que sufren los países más pobres y vulnerables y cómo afrontarlas. Y, sobre todo, quién pone el dinero.

Asistirán representantes de 196 países, 45.000 personas y 120 líderes mundiales. Por fuera de las delegaciones oficiales de las partes, participan en la conferencia millares de organizaciones vinculadas a la problemática y estarán presentes, oficial y extraoficialmente, representantes de las principales empresas involucradas en el cambio climático. 
Las que lo generan (por ejemplo las petroleras), las que lo mitigan (energías alternativas) y las que dicen combatirlo con iniciativas con mucho impacto comunicacional pero no siempre efectivas (“greenwashing” o “lavado verde”).

El Acuerdo de París es insuficiente

Según el Acuerdo de París de 2015 (celebrado en casi todo el planeta), los países se comprometieron a realizar los esfuerzos necesarios para mantener los aumentos de la temperatura global "muy por debajo" de 2 °C por encima de los niveles preindustriales, intentando no pasar el límite del 1,5 °C. Esos objetivos son jurídicamente vinculantes y están consagrados en el tratado.

El objetivo resultaba ambicioso en términos climáticos y de allí la algarabía, pero, ¡Ay!, no decía con qué contribución de cada país, núcleo central de la discusión. Parece no cuestionarse que los países que más han contaminado (actual e históricamente) deben contribuir más que los “fumadores pasivos” del calentamiento. Pero ni Estados Unidos, ni China, ni las naciones petroleras, que se enriquecieron en base a emisiones, aceptan qué cuota les toca pagar.

En París, los países acordaron que cada nación debía fijar objetivos propios para reducir (países desarrollados) o limitar el crecimiento (países en desarrollo) de las emisiones de gases de efecto invernadero a corto plazo, para 2030 en la mayoría de los casos.

Esos objetivos, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) no serían “vinculantes”; es decir, cada nación los establece voluntariamente y se obliga a si misma a cumplirlos, pero el resto de las naciones no tiene fuerza para exigir que se cumplan. Charly García diría que muchas NDC son “Promesas sobre el Videt”.

Las NDC se formularon y se revisaron el año pasado para hacerlas aún más ambiciosas. El último reporte de la agencia climática de Naciones Unidas dice que son completamente insuficientes para mantener al mundo dentro de los objetivos de temperatura de París. Si se cumplen las NDC tal como están redactadas hoy, darían como resultado un calentamiento de 3 °C o más, lo que sería desastroso.

¿Qué se resolvió en la COP26, en Glasgow?

El desarrollo más importante en COP26 fue que los países acordaron centrarse en el objetivo más estricto de 1.5 °C del acuerdo de París, reconociendo que el objetivo de 2C permitiría que se produzcan desastres masivos, espirales de realimentación del fenómeno de consecuencias imprevisibles y, casi con certeza, irreversibles.

Viendo que las NDC reformuladas continúan siendo insuficientes, en Glasgow los países también acordaron que la revisión de las NDC debe hacerse una vez por año, y no quinquenalmente como se había decidido en París. El acuerdo dice que se seguirán exigiendo nuevas NDC hasta que sean adecuadas.

Sobre llovido, Ucrania

Las amenazas estaban, pero nadie, hace apenas un año en Glasgow, se habría animado a pintar un panorama de complicaciones tan radicales. La invasión de Ucrania conmocionó a todo el mundo, empezando por las consecuencias geopolíticas. Pero desde el punto de vista del calentamiento, el impacto no puede ser peor.

Los precios de la energía ya estaban subiendo antes de la invasión de Putin, cuando el mundo se recuperó del shock de Covid-19, pero la guerra de Ucrania disparó los precios del gas y puso en conflicto el abastecimiento energético europeo. Una buena: se aceleraron una serie de proyectos de energías alternativas. 
Pero al mismo tiempo, se reactivaron los proyectos basados en el uso de carbón.

Algunos países de la UE también desarrollan nuevos suministros de combustibles fósiles, construyendo terminales de gas natural licuado y buscando acuerdos con países de África y otros lugares para explorar nuevos yacimientos de gas. Es decir, extienden la proyección de consumo del petróleo, cuando debería recortase dramáticamente.

Las empresas petroleras, cuándo no, festejan ganancias astronómicas sobre la miseria del mundo, sobre la continuidad del calentamiento y sobre la inflación que empobrece a los más pobres del mundo.